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Era D. Pantaleón un hombre que se hallaría entre los sesenta y los sesenta y cinco años; el cabello enteramente blanco y lo mismo el bigote, largo, poblado y caído de puntas: conservaba el cutis fresco, los dientes seguros y cierta firmeza y decisión en los movimientos, que denotaban vigor corporal.

El viejo pastor de los Alpes que después de sesenta años aún no ha salido de su asombro ante el Monte-Carlo surgido á sus pies, en una meseta antiguamente desierta, lo verá crecer todavía con nuevos palacios, con nuevas torres, ensanchando su opulencia como una ciudad de ensueño. El paso de la muerte ha aguzado la voluntad de vivir.

¡Toma, y se admira, canástoles! ¡Yo lo creo! Pues mal creído... ¿Cuántos años tiene usted, entonces, o, mejor dicho, cuántos cree tener? Ni tampoco cincuenta y ocho... Lo menos sesenta y dos... ¡Ave María Purísima!... ¡No le hagas caso, Nieves! De todas maneras, igual le , porque ya no ha de echarse usted a pretender jovenzuelas; pero ésta es una cuenta que se saca en el aire y por los dedos.

En torno del monumental fogón, que ocupa casi la mitad de aquel vasto aposento, bien pudieron calentarse simultáneamente con holgura los sesenta servidores de S. M. En cuanto á las hornillas, puede asegurarse que infundirían verdadera veneración cuando estaban en ejercicio, así como hoy su yerta desnudez y triste arrumbamiento infunden melancólicas reflexiones.

Que la hubiese roto en cuatro pedazos, pase; en ocho, aún podía tolerarse; pero que la rasgase en y diez y seis, en treinta y dos, en sesenta y cuatro, que la redujese a imperceptibles trozos, era ya refinamiento, y convertirla en un puñado de átomos, era dar muestra de insigne perversidad.

¿Le parece mucho? le pregunté. ¡Ah! me contestó, como despertando; pensaba que ese tío es un horizonte: ¿Es muy viejo? Sesenta y cuatro años, no es mucho; más joven que su fortuna, sería mejor menos millones que años... ¿no? ¡Oh! no, de ninguna manera; diez años más o menos no es nada para un hombre, diez millones de menos es mucho...

¿Que están allí mis sesenta mil ducados? ; , señor. ¡Dios mío! exclamó Montiño . Pero eso no puede ser... sería demasiada fortuna... ese dinero que yo he ganado con tantos afanes... perderlo... llorarlo... volverlo á encontrar. ; ... encontrado lo tenéis y no lo tenéis... ¡Cómo, pues qué! ¿hay alguna duda? exclamó alentando apenas el cocinero mayor.

72 Y lo que dio el resto del pueblo fue veinte mil dracmas de oro, y dos mil libras de plata, y sesenta y siete vestiduras sacerdotales. Y venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades.

Decíamos que debe tener, tanto en dote como en esperanzas de cuarenta a sesenta mil pesos; Magdalena me ha parecido que estaba indicada. Los 28.600 pesos que tiene de sus padres y los 20.000 que usted le dejará, la ponen en una bonita situación. que para la mayor parte de nuestros modernos «Arribistas» no será mucho, pero como el joven en cuestión se contenta, todo está bien. Así, pues...

Ahora la gente vive en casas grandes, con puertas y ventanas, y patios enlosados, y portales de columnas: pero hace muchos miles de años los hombres no vivían así, ni había países de sesenta millones de habitantes, como hay hoy.