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Después pensamos en lo que haríamos con el queche. Abandonarlo allí era dejar un indicio de dónde habíamos desembarcado. Llevamos el queche hasta un extremo del arenal; había en aquel instante algo de viento; izamos los foques y la cangreja, atamos la caña del timón y empujamos el barco metiéndonos en el agua.

Piense usted, don Marcos, que la juventud tiene sus derechos. Y la vejez sus deberes contestó el coronel con bondad, resignándose ante el porvenir. Ahora, de pie ante el príncipe, balbucea con timidez y confusión porque va á abandonarlo. Me espera Madó: la pobrecita sale muy poco. Le gusta que la lleve por las tardes al concierto en las terrazas. Son las cinco.

En la tarde de la vida, la felicidad consiste en hallarse juntos; pero para disfrutar de la dulce paz del hogar, no hay que abandonarlo por mucho tiempo, si no el encanto se rompe y la felicidad vuela para no volver más.

Al concertarse el francés con Madariaga, los propietarios de las inmediaciones, que vivían á quince ó veinte leguas de la estancia, detenían al nuevo empleado en los caminos para augurarle toda clase de infortunios. No durará usted mucho. A don Madariaga no hay quien lo resista. Hemos perdido la cuenta de sus administradores. Es un hombre que hay que matarlo ó abandonarlo.

Creando los vestidos, el alimento condimentado, las armas, las herramientas y las habitaciones, neutralizaron las influencias exteriores de la Naturaleza. ¿Qué héroe ni descubridor, en los cuatro mil años que comprende nuestra historia, puede compararse con aquellos esbozos de hombres que lentamente afirmaron sobre la tierra la existencia de nuestra especie, mil veces expuesta a desaparecer...? El día en que nuestro abuelo prehistórico guardó al enfermo y al herido, en vez de abandonarlo, como venían haciéndolo todos los animales; en que plantó la primera simiente y arrojó la primera flecha, la Naturaleza presenció la más grande de las revoluciones.

Pero no es raro tampoco que, cuando desarrolla un plan dramático, con su acción dirigida á un fin determinado, se le antoja de repente abandonarlo y destruir por completo con sus manos lo mismo que había edificado.

Por eso Catalina, al notar el creciente descrédito de sus vampiros, se veía obligada a resolver un dilema insoluble: o contratarse en barracones de tercero y cuarto orden, donde se pagaba poco a las «artistas», y exponerse por consiguiente a las diarias sobas de Raguet, o bien abandonarlo y marcharse con sus animalejos en jira por las provincias y el extranjero... Esto último hacíasele imposible.

Velázquez, lleno de condescendencia, le prometía no abandonarlo, hacerle un hombre. Al fin concluyó haciéndole un elogio caluroso de su hermana. En media hora no se detuvo. Todo lo ensalzaba, todo lo hallaba admirable, los cabellos de ébano y la franqueza y lealtad del carácter, su corazón tierno y sus pies diminutos.

Viendo muy cerca de la cabeza de su marido, sintió deseos de tirarle del cabello que por entre las vueltas del pañuelo de seda salía. «¡Qué rabia tengo! pensó Jacinta apretando sus bonitísimos dientes , por haberme ocultado una cosa tan grave... ¡Tener un hijo y abandonarlo así!»... Se cegó; vio todo negro. Parecía que le entraban convulsiones.

Y no es que no fuese generoso; pero ella no era mujer capaz de mezclar los asuntos de interés con los asuntos del corazón. Había llevado su desinterés hasta el sacrificio; había cedido su hijo a la condesa de Villanera y había acabado por abandonarlo a otra madre.