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El corazón me late desesperadamente. Yo no quiero decirle... sería una locura... y, sin embargo, me pongo a asegurarle que yo no hago frases, que desearía probárselo, o cosa así... Porque, a hacerle una declaración en regla, por el momento ¡gran Dios! no me atrevo.

Los claustros de tus Cuevas y tus Prados noche y día miráronse atestados de hijos nativos del saber amantes: hiciste héroes y armaste caballeros, y aun late en el cantar de mis troveros la dulcísima lengua de Cervantes. ¡Oh rica fabla espiritual!

Vista de cerca, si exceptuamos la blancura, el encanto, es exactamente la mama femenina, ese globo que, hinchado de amor y de la dulce necesidad de amamantar, reproduce con sus movimientos todos los suspiros del corazón que late debajo, reclamando á la criatura para sostenerla, alimentarla y darla descanso. Todo esto fué negado á la madre que nada; aquel bien es para lo que se posa.

Sólo permaneció en la mesa una carta comenzada. «Liette.» ¿Liette? ¡La había olvidado! «Voy a hablar a mi madre, le escribía aquella misma mañana; cuando acabe estas líneas será usted mi prometida a mis ojos como a los suyos. «¿Late su corazón de usted más de prisa en esta hora en que me juego más que la vida y se acuerda un poco del que no piensa más que en usted?

Se me figura un dulce sueño. Pero ¿por qué no dices nada? Pareces inquieta; tu corazón late presuroso. Di, querida mía, ¿qué tienes? ELSA. Nada. Pero el sol de hoy era tan triste... ENRIQUE. Ya se ha puesto. ELSA. , se ha puesto; no está ya en el cielo, y estás aquí, junto a . Pero no, no eres ; es tu espectro de los labios ardientes y la mirada luminosa. ELSA. ¡Es el duque que llega!

Ahora no diréis como yo que es un digno convento el convento de Santa Magdalena; porque, en fin, figuraos una pobre joven encerrada en él, con sus diez y ocho años, sus ojos negros y su corazón español que late bajo su escapulario. A primera hora, maitines, una larga plegaria en una iglesia sombría y helada; después vísperas, después la misa, después la novena, después el Angelus ¿y qué yo?

Dios, el mismo Dios ya no era para ella más que una idea fija, una manía, algo que se movía en su cerebro royéndolo, como un sonido de tic-tac, como el del insecto que late en las paredes y se llama el reloj de la muerte.

Aquel paisaje es de suyo primoroso; pero cuando se le ve viniendo uno de surcar las soledades del mar, su encanto es indefinible. El corazon late y respira como si sintiese una resurreccion. Es que en el mar el corazon enmudece y el espíritu trabaja solo; miéntras que en la tierra el sentimiento recupera su imperio.

Leedles un trozo poético, y si hay entre ellos algun Garcilaso, Lope de Vega, Ercilla, Calderon ó Melendez, veréis chispear sus ojos, conoceréis que su corazon late, que su mente se agita, que su fantasía se inflama bajo una impresion que él mismo no comprende. Cuidado con trocar los papeles: de dos niños extraordinarios es muy posible que formeis dos hombres muy comunes.

Arriba o abajo, el corazón late lo mismo... Allá, en el fondo de su alma, en el rinconcito más oculto, brillaba la esperanza consoladora de que, caída de su pedestal de mujer rica, se acercaba más a los otros, se ponía a su nivel, facilitando así la realización de su magna empresa. Era Dios quien lo había hecho; ¡alabado sea Dios!