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Las dos torrecillas del colegio se levantaban agudas y airosas como flechas disparadas contra el cielo azul, sereno y radiante, que suele cobijar a Madrid en los primeros días de junio.

Perla, cuando contempló esta especie de casa maravillosa, comenzó á palmotear y á bailar, y pidió con acento decidido que arrancaran todo aquel frente radiante del edificio, y se lo dieran para jugar con él. No, mi querida Perlita, le dijo su madre. misma tienes que procurarte tus rayos de sol; yo no tengo nada que darte.

Movida de otro impulso, se quitó la gorra que aprisionaba sus cabellos, que cayeron sobre sus espaldas, ricos, negros, con una mezcla de luz y sombra en su abundancia, comunicándole al rostro todo el encanto de una suave expresión. Jugueteaba en los labios y brillaba en los ojos una tierna y radiante sonrisa, que parecía tener su origen en su femenino corazón.

Salió radiante y satisfecha; mas no quiso tomar el breve camino de la calle de Hortaleza, porque le daba vergüenza de pasar por cierta tienda donde debía algunas cantidades, poca cosa en verdad. Ya anochecía cuando Isidora regresó acompañada de su hermano, el cual, vergonzoso y cohibido, bajaba los ojos delante de la gente.

Y cuando ésta buscaba con los ojos espantados un agujero donde meterse, donde no la vieran, misia Gregoria se presentó, traída de la mano por Susana, radiante... En la puerta se detuvo y las dos hermanas, frente a frente, se miraron, con asombro de verse así, tan cerca, después de veinte años; ni una ni otra habló, rígidas las dos: Susana empujó a la madre suavemente.

Ramitas y hojas se suceden sin cesar por la superficie radiante, y sus sombras, deformadas por la refracción, resbalan por las arenas y las plantas, cuyas raíces y hojas brillan como hilos de plata.

Cuando se restableció un poco el sosiego, el ingenioso Sánchez, radiante de majestad filosófica, se levantó de la silla, y con grave ademán y sonrisa dulce, cerrando los ojos con un sentimiento de completo bienestar, habló de esta manera: Señores, en este momento acaba de producirse aquí un fenómeno del orden natural, y siendo del orden natural, absolutamente necesario. ¿Y por qué es necesario?

Ese pajarillo no tiene alma y vuela con alas de pluma, yo tengo espíritu y volaré con las alas invisibles del corazón, cruzando el ambiente puro, radiante de la virtud». Se estremeció de frío. Volvió a la realidad. Todo quedó en la sombra.

Yo he navegado siempre con las velas desplegadas en un mar de aceite, iluminado por el sol radiante, empujado por la brisa y acompañado de las musas y las gracias. Estoy acostumbrado a vencer; he hallado en la vida todas las puertas abiertas y todos los corazones también.

De tal modo se adaptaba á Perlita su vestido, que éste parecía la emanación ó el desarrollo inevitable y la manifestación externa de su carácter, tan imposible de separarse de ella, como al ala de una mariposa desprenderse de su brillantez abigarrada, ó á los pétalos de una espléndida flor despojarse de su radiante colorido.