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Esto mismo sucede con los excelentes relojes suizos, cuyos mecanismos proceden generalmente de Inglaterra. ¿Cómo explicar ese fenómeno industrial?

O bien si no os agrada el modismo: <sc>El autor ha enloquecido</sc>. O bien: El autor no ha logrado todavía encontrar su juicio, y se lo pide a sus lectores. Era ya muy tarde, o por mejor decir muy temprano. Los relojes de la villa de Madrid habían marcado las tres de la mañana.

Diose en ella un poco de colorete; pero sólo logró hacer resaltar más aun finura increíble de aquella línea recta y sin espesor que dividía su rostro en dos mitades. La fantástica nariz del desesperado notario hacía recordar la varilla de hierro que proyecta su cortante sombra sobre la esfera de los relojes de sol.

Los relojes estaban locos indudablemente, lo mismo que su cabeza, que parecía dar vueltas, siguiendo el ritmo de una música dulce. Tuvo la sensación de que pasaron varias veces por el mismo lugar, andando y desandando el camino, sin saber lo que hacían. ¿Qué importaba?... Lo interesante era estar juntos. Hubo un momento en que despertaron, viéndose sentados en un banco de la plaza del Casino.

Al dejar á Ginebra, llevaba no solo una impresion de profundo respeto por ese pequeño Estado de filósofos, artistas y hombres libres é industriosos, sino tambien una especie de consuelo y confianza en el porvenir de la humanidad. ¡Qué de grandes ejemplos y altísimas inspiraciones le debe la civilizacion europea a ese pequeñisimo pueblo que, habituado á fabricar relojes y ejercitar el libre exámen, parece tener en su genio la regularidad severa del cronómetro y la expansion independiente de las organizaciones libres!

Así lo piensan los defensores de las causas ocasionales; y á esto viene á parar tambien la armonía prestabilita de Leibnitz, en la cual todas las mónadas que constituyen el universo, son como otros tantos relojes, que aunque independientes los unos de los otros, andan acordes con admirable precision.

Así daba él perlas finísimas de Oriente al precio de los garbanzos de Castilla; puñalitos de Damasco y relojes de oro, más baratos que las navajas de Albacete y las coberteras de hojalata.

La altura de esas tres ciudades es muy diversa: así, la de Neuchâtel sobre el nivel del mar es de 480 metros en su parte mas alta; miéntras que Locle y Chaux-de-Fonds, situadas en la region montañosa, tienen respectivamente 921 y 1,000 metros de elevacion. Locle fabrica principalmente relojes y encajes.

Imagine usted una ciudad pequeña, devota, vetusta, olvidada en el rincón de una provincia que no era paso para ninguna parte, no sirviendo para nada, de la cual iba retirándose la vida a medida que invadía la campiña; sin industria, muerto el comercio, habitada por burgueses reducidos a escasos recursos y de aristócratas empobrecidos; durante el día, las calles sin movimiento; de noche, las avenidas en tinieblas, reinando un silencio solamente interrumpido por las sonerías de los relojes de las iglesias, y a las diez por el lúgubre tañido de la gran campana de San Pedro recordando la necesidad del descanso al vecindario, del cual tres cuartas partes estaban ya entregados al sueño más bien de puro fastidio que por cansancio.

Arriba, las oficinas estaban instaladas con mayor lujo: las paredes eran de un blanco charolado; brillaban las mesas y taquillas de madera rojiza, así como los lomos de cobre de los grandes libros de cuentas. Los verdes hilos de la luz y de los timbres corrían por las cornisas de una á otra pieza, y sobre las chimeneas funcionaban relojes eléctricos.