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La muerte era probable, la enfermedad segura, los dolores terribles, insoportables..., matemáticos; por bien que librara, los dolores tenían que venir. ¡No! ¡No! ¡Jamás! ¿Para qué? ¡Otra vez la cama, otra vez el cuerpo flaco, el color pálido, la calavera estallando debajo del pellejo amarillento; la debilidad, los nervios, la bilis..., y el tremendo abandono de los demás, de Bonis, del tío, de Minghetti! ¡Oh, !

Calló el niño, y no resonó un aplauso; sólo estalló un sollozo, un inmenso sollozo que pareció salir de mil pechos por una sola boca, arrastrando los encontrados afectos de amor, ternura, vergüenza, entusiasmo, piedad y arrepentimiento, que en aquellos corazones había despertado la cándida vocecita del niño... A una señal del rector, lanzáronse todos los que en el estrado estaban en brazos de sus padres, estallando entonces una verdadera tempestad de besos, gritos, abrazos, bendiciones, llantos de alegría y gemidos de gozo.

Llevaba ya tejido un buen principio a la hora en que Ramón volvía de la escuela. Deseó verle, mostrárselo y hacerlo su confidente esta vez más... Por eso pidió ella misma un nuevo descanso para que la llevasen al patio del servicio. La señora accedió, encantada. Estallando por hablar, en cuanto estuvo cerca de Ramón, le preguntó, con inusitada formalidad: ¿Tienes honor, Ramón?

El telegrama de los Cuarenta y cinco era distinto muchas veces, pero el apoderado apenas pasaba por él una mirada de desprecio, estallando en ruidosa protesta. ¡Mentira! ¡Todo envidia! Mi papel es el que vale. Aquí lo que hay es rabia porque mi niño quita muchos moños.

Cierto es respondió el cura, que con la preocupación perdía la cabeza. Entonces no te abrigues mucho, no sea que luego te resfríes. Nos levantamos de la mesa después de haber hecho infructuosos esfuerzos para mascullar algunas migas de pan y pastel. ¡Ah!, ¡cuánto siento exclamé, estallando en sollozos, cuánto siento dejaros, mi querido cura!

Tal vez el miedo le hizo callar; tal vez se imaginaba el infeliz que los del vehículo regresaban para darle auxilio, y enmudecía, arrepentido de sus exclamaciones anteriores. Ahora la ola fué más dura, más violenta. El automóvil se levantó como si fuera á volcarse, y hubo un chasquido de tonel que se rompe, estallando á la vez duelas y aros.

Pero no es posible que mi padre me haya dejado en las manos de ese demonio, de ese individuo cuyo solo nombre es sinónimo de todo lo que implica brutalidad, astucia y maldad. ¡No puede ser cierto... debe haber algún error, señor Greenwood... debe haberlo! ¡Ah! usted no conoce como yo la reputación de ese inglés tuerto, porque si la conociera, preferiría antes verme muerta que asociada a él. ¡Debe salvarme! gritó aterrorizada, estallando en un torrente de lágrimas.

¡Tristán! tornó a exclamar la joven con acento aún más desesperado. Y llevándose las manos al rostro profirió estallando en sollozos: ¿Dios mío, qué me está pasando? ¡Esto no es verdad, esto es una horrible pesadilla! Tristán la miró un instante confuso y arrepentido.

Fueron así separándose; del cuñado pasó la antipatía a la hermana, Gregoria, que se ponía siempre del lado del marido, y que con su genio altanero lo echaba todo a perder, y se declararon una guerra sorda, agravada por las demoras de la testamentaría y la actitud insolente de Bernardino, que tomaba disposiciones sin la intervención de los herederos, estallando durante la enfermedad de Pilar.

Os prometo señor cura, no volver a hablar más del amor. Trata, sobre todo, Reina, de no cavilar sobre cosas que no comprendes. ¡Oh! que no comprendo... exclamé yo, estallando inmediatamente, en cuanto a eso comprendo y muy bien, y contra todos los curas de la tierra sostendré que... ¡Bah! exclamó desalentado el cura, ya has faltado a tu promesa de hace un momento.