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Pero qué callado está usted... observó Jacinta sonriendo . ¿Qué?, ¿se siente usted peor? Dice mamá, que si usted se casa se le quitarán diez años de encima. Conque, decidirse... La fisonomía del misántropo se iluminó al oír esta peregrina receta. «También yo lo creo dijo . Vea usted; un remedio que parece tan fácil, es imposible».

¡Mi pequeña Perla! dijo débilmente, y una dulce y tierna sonrisa iluminó su semblante, como el de un espíritu que va entrando en profundo reposo; mejor dicho, ahora que el peso que abrumaba su alma había desaparecido, parecía que deseaba jugar con la niña, mi querida Perlita, ¿me besarás ahora? ¡No lo querías hacer en la selva! Pero ahora lo harás. Perla le dió un beso en la boca.

Los padres jesuitas, acompañados de las religiones, trajeron el santo el dia antes hasta el arco de las Bendiciones, y le llevaron los prebendados á la capilla mayor. Por la noche se iluminó la torre, y al dia siguiente se celebró la misa, presentes los PP. que tuvieron su asiento en el presbiterio.

Averiguó, en fin, de una vez para siempre, que el hombre no puede salvarse del dolor y de la muerte por la razón, sino por la Fe, esto es, por un conocimiento distinto y superior del que aquélla puede darnos. Desde que este conocimiento iluminó su espíritu, alcanzó la felicidad absoluta.

¡Si era eso así, entonces el extraño secreto de Burton Blair era mío al fin! Manifesté mi sorprendente y súbita idea, y la cara tostada del anciano se iluminó con una sonrisa triunfante, exclamando: Arregle las cartas y haga la prueba.

No qué indefinible instinto hinchó mi corazón con una emoción absolutamente nueva. De pronto, un extraño resplandor iluminó ese verbo infantil, el primero que todos hemos conjugado en francés o en latín estudiando la gramática.

Recobrad vuestra calma, amigo mío; preparaos para el viaje, partid sin demora, haced volar los caballos hasta que Elena esté fuera del alcance de nuestros perseguidores. Mathys se había puesto de pie y reflexionaba. Una especie de sonrisa iluminó su fisonomía, mientras decía con precipitación: ¡, , partamos en seguida!... Vamos lejos, muy lejos, muy lejos.

Después de haber leído esta extraña epístola, el maestro quedó meditabundo, hasta que la luna alzó su brillante faz por encima de los montes e iluminó el camino que conducía a la casa escuela, camino endurecido con el ir y venir de los menudos pies de los educandos. Enseguida, más satisfecho, hizo trizas la misiva y esparció por el suelo los pequeños pedazos.

Todavía estaba en la mesa, en el mismo lugar en que Olga la apagó para sumirse en la noche eterna. El recipiente de vidrio estaba todavía lleno de petróleo; su dueño se había dado prisa para entregarse al descanso. Con precaución, levantó el tubo para encender la mecha; la llama, atenuada por la pantalla, iluminó con un resplandor apacible y suave el espacio silencioso.

Al fin una sonrisa iluminó su rostro, levantóse de la silla, y cogiendo el del joven entre sus dos manos, le dijo en tono alegre: Bien; este acto te enaltece; pero de podías tomar ese dinero sin desdoro. ¿No soy tu mamá? Raimundo se contentó con besar las manos que le aprisionaban. No se volvió a hablar de dinero entre ellos.