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Los brazos desnudos hasta el codo; un gran ramo de rosas rojas en la abertura de la bata, una rosa prendida en los cabellos con un alfiler de brillantes y nada más. Madama Scott notó, de repente, que Juan estaba militarmente ocupado por sus dos hijos. ¡Oh, señor, os pido mil perdones! Harry, Bella... Dejadlos, señora, os lo ruego. ¡Estoy sumamente contrariada, por haceros comer tan tarde!

hasta rencoroso contigo por tus culpas, débil hasta la exageración con las del prójimo; que el hombre debe ser tan avaro de virtudes como pródigo de perdones. Si la persecución te maltrata o la ironía te hostiga, recibe a la primera con mansedumbre y a la segunda con piedad; pues si la maldad debe hallarnos pacientes, el sarcasmo ha de inspirarnos lástima.

Perdón... os pido mil perdones; mi hijo os conoce perfectamente... es muy observador... Muy perspicaz... perfectamente que os aprecia mucho... No tengo más que decir sobre eso... Pero estoy segura de que, en cuanto a esta cuestión del matrimonio, tendríais grande influencia sobre él... Y si le propusieseis, supongo, a una joven, una de vuestras amigas... pues bien, yo creo que la aceptaría con los ojos vendados, os lo aseguro.

Al salir el capitán tropezó con un marinero que entraba, y estuvo a punto de caer al suelo. El holandés no sólo no se incomodó, sino que dió excusas al marinero, que, a su vez, pidió mil perdones por su torpeza. Yo me avergoncé de mis instintos fieros. La bruma melancólica iba avanzando en mi alma, dando a mis ideas un tono de sentimentalismo verdaderamente ridículo.

Los guisantes, los rabanitos y las alcachofas se presentan en la plaza todos los días, acompañados de algún espárrago tardío, que pide mil perdones por no haber venido antes. Los pollos nuevos, que hasta ahora no servían más que para guisados, entran, y con mucha urbanidad nos piden que los asemos con setas.

Juana, al ver tan exaltada a su hija, temió la posibilidad de un delito, y exclamó como persona precavida y juiciosa: Prudencia, niña, prudencia; no te aconsejaré yo que la perdones. Bueno es ganar el cielo, pero gánalo por otro medio y no con el perdón de quien te injuria. Dios es tan misericordioso que nos abre mil caminos para llegar a él. Toma, pues, otro y no sigas el de la mansedumbre.

Por último, no pudo mi hombre resistir el afán de explicarse, y preparando el terreno con un sin fin de zalamerías, le dijo: «Chiquilla, es preciso que me perdones el mal rato que te di anoche... Debí ponerme muy pesadito... ¡Qué malo estaba! En mi vida me ha pasado otra igual. Cuéntame los disparates que te dije, porque yo no me acuerdo».

Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice: que debajo de mi manto, al rey mato.

Volvemos á pedir uno y mil perdones al pueblo parisiense, imploramos humildemente su indulgencia, en justo pago de la deslumbradora hospitalidad que nos ofrece; pero hemos dejado nuestra pobre España para decirla, no lo que soñemos, sino lo que creamos, y eso es lo que creemos al pié de la letra.

Naturalmente contestó la joven , habíais llegado antes que él, y quedaros cuando él se va es daros unos aires de dueño de casa a los que nada os ha autorizado, según creo. Es cierto contestó , os pido mil perdones; pero ya sabéis que el sentimiento no razona. Hacéis mal.