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En el hogar la asentó Ataide, y con voz ardiente su aventura la contó, y ella, abatida la frente, estremecida, doliente, en silencio le escuchó. Ataide acabado habia, Ayela permanecia doblegada, muda, inerte, y su alentar parecia el hervor de la agonía tras el cual viene la muerte.

Porque esta gente sin luz, Que en él tal señal han visto, Pensando matar á Cristo Matan al que trae su cruz. A su amo le compraron, Y aunque eran pobres, á un punto El dinero todo junto De limosna le allegaron. En nuestro pueblo cristiano Por Dios se pide á la gente, Para sanar al doliente, No para matar al sano.

Es que me siento vencido en esta lucha suprema, y no hallo un amante seno donde apoyar mi cabeza, y á cuyo tibio calor resuciten mis ideas; es que veo, á mi pesar, cerradas todas las puertas, y sólo me ofrece asilo la muerte... Quizás en ella, al otro lado del manto que la eternidad nos vela, mi alma que triste y doliente su camino hace en la tierra, podrá conseguir su anhelo: encontrar su compañera.

Cierto que estás, amigo, muy donoso En pensar que muerto, quedaria Yo con tal quietud y tal reposo, Que de consuelo alguno serviria A la doliente madre y triste esposa: Pues en la tuya está la muerte mia, Seguirte tengo en la ocasion dudosa, Mira como ha de ser, Morandro, amigo, Y en el quedarme no me hables cosa.

Con esto entró dentro de el doliente, y adivinando que la causa de esta desventura no era otra cosa que sus pecados, se volvió con mejor consejo al médico divino, suplicándole vivamente le diese remedio, no tanto á él, que no lo merecía, cuanto á su familia, que alrededor de él lloraba sin tener un bocado de pan que llevar á la boca.

En seguida, después de mirarse unas a otras, se fijaron en ella con cierto embarazo y cambiaron la conversación. Sin duda aquélla, la mayor de las hermanas, había sido para su padre un ser de adoración, el motivo amoroso de su muerte; y acaso en una viudez virginal, se había ella consagrado a la fidelidad de un cariño que a través de la muerte perduraba por la comunicación doliente de sus almas.

Dobla y dobla lentamente negra campana de hierro que invita con són doliente al entierro. ¡Qué solemnes pensamientos despiertan esos acentos!

Desde mi alto sitial, indiferente, Contemplo al pueblo que ante mi se inclina; La pobre humanidad triste y doliente Que por la senda del ideal camina. Me encuentro solo, sin ningún recelo A los Zoilos pedantes y ruines. Yo tengo por bandera el ancho cielo, Vibra mi voz en todos los confines.

Don Marcelo sintió una alegría feroz. Su paternidad doliente experimentaba el consuelo fugitivo de la venganza. Julio había muerto, y él iba á morir también, no pudiendo sobrellevar su desgracia; pero ¡cuántos enemigos consumiéndose en estos pudrideros que dejaban en el mundo seres amados que los recordasen, como él recordaba á su hijo!...

Pues a no ha de pasarme lo que a don Enrique el Doliente que, no embargante ser rey y de los tiesos, llegó día en que no tuvo cosa sólida que meter bajo las narices, y empeñó el gabán para que el cocinero pudiera condimentarle una sopa de ajos y un trozo de jabalí ahumado. Que me llamen a don José Antonio.