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Don Pompeyo había pasado la noche al lado del moribundo, solo, completamente solo, porque no había de contarse un perro faldero que se moría de viejo sin salir jamás de casa. Abrió Guimarán el balcón de par en par; una ráfaga húmeda sacudió la cortina de percal y la triste luz del día de plomo cayó sobre la palidez del cadáver tibio.

Febrer, antes de sumirse de nuevo en la inconsciencia, antes de atravesar otra vez las puertas ígneas del delirio, veía próximos a sus ojos los ojos húmedos de Margalida, cada vez más tristes y lagrimeantes en sus círculos azulados; sentía el soplo tibio de su aliento en sus propios labios, y luego estremecerse éstos con un contacto sedoso y húmedo, una caricia leve y tímida semejante al roce de un ala. «Dorga, don ChaumeEl señor debía dormir.

Obedecí maquinalmente, y al acercarme rocé con suavidad su rodilla, que se adivinaba a través de la veste y sentí su contacto tibio y carnal. Más cerca, abaníqueme usted... así... ¡oh, ahora se respira!... y suspiró con toda el alma, y, al suspirar, las curvas de su seno se desprendieron un instante del tul que las cubría y volvieron a dibujar su sobrio pero voluptuoso busto.

La felicidad, según un filósofo francés, no se conjuga en presente, sino en futuro imperfecto. La felicidad, como la desgracia, se va haciendo, se va tramando en la convivencia, en la vida íntima y constante. Y así, tanto peligro puede correr un matrimonio formado por un amor enardecido y apasionado, como otro tibio, suave, cordial, sosegado.

Nada hay que haga cambiar tan presto nuestras ideas más arraigadas y nuestros juicios más firmes como la voz de la mujer querida. Ricardo era un creyente tibio, como la generalidad de los hombres en nuestra época, que odiaba las exageraciones y miraba con cierta repugnancia las prácticas religiosas.

Corría el año de 1610 cuando mano alevosa cortó el hilo de la vida de Enrique IV, aunque tibio, protector todavía del proscripto; y como produjera la ocurrencia embajada extraordinaria de España confiada al Duque de Feria, acudió ansioso buscando la nueva que esperaba. El Duque no había recibido órdenes que le concernieran .

Los últimos que quedaban del partido tibio se han marchado, viendo que la opinión se va tras nosotros. Anoche le han dado una silba horrible. Han acordado marcharse todos, y el amo del café, Grippini, ha venido á decirme que si queremos continuar nosotros las sesiones.... ¿Pues no hemos de continuar? Esta noche misma dijo Alfonso con entusiasmo. Bien por la Fontana.

El aire es tibio, el cielo casi diáfano... Allá abajo, al extremo del camino, yérguese un viejo fantasma de paredón, resto de algún vetusto templo.

Arriba, el viento tibio pasaba murmurando entre las grandes rejas que servían de jaulas a las campanas. Del centro de la bóveda pendía la famosa Gorda, un vaso gigantesco de bronce con todo un costado rajado por ancha grieta. El badajo que había hecho la rotura, cincelado y enorme como una columna, estaba debajo de ella, y otro más ligero ocupaba su cavidad para los toques.

Delante tengo la inmensa llanura de roja arena que se pierde en el infinito con suaves ondulaciones. El cielo es azul; un vaho tibio asciende de la tierra. Leo un periódico: habla del clericalismo de España. Parece ser que una simple decisión del gobierno acabará con él... Los políticos y los periodistas y ésta es la raíz de nuestras desventuras ven bárbaramente las cosas en abstracto.