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El sitial del celebrante estaba colocado en el fondo de un precipicio, de modo, que desde mi asiento no se veía más que la cabeza y el busto del cura que parecía estar en penitencia. Los monaguillos se hacían mueca detrás de él sin que se le ocurriera sospecharlo.

Esta la habían levantado los caballeros de San Juan, que, unidos á los del Temple, ayudaron al rey don Jaime en la conquista de Valencia. Al atravesar un pasillo cubierto, desde la calle al patio interior, saludaba á la Virgen de la Reconquista traída por los freires de la belicosa Orden: imagen de piedra tosca, con colores y oros imprecisos, sentada en un sitial románico.

Inmediatamente, lo mismo él que Carlota, a una señal, mitad amable mitad imperiosa, de la notabilísima señora, fueron a sentarse, formando como los demás círculo en torno de ella. Pasados algunas instantes se dignó dirigirle desde su alto sitial las siguientes palabras: Ha llegado a mis oídos, Sr. Costa, que es usted un escultor muy distinguido.

La señora de Montauron ocupaba ya su sitial en el centro de la sala.

Sintió también que le asían las manos otras manos despojadas de carne, consuntas, amojamadas y momias; comprendió que la guiaban hacia el estrado, y que le ofrecían uno de los sitiales, y apenas se hubo sentado en él, conoció con terror que el asiento se desvencijaba, se hundía; que se largaba cada pedazo del sitial por su lado sin crujidos ni resistencia; y con el instinto de la mujer encinta, se puso de pie, dejando que la última prenda del esplendor de los Limiosos se derrumbase en el suelo para siempre....

En la muy Noble y muy Leal Ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, á 24 de Mayo de 1810: estando congregados á la hora señalada en su Sala Capitular los Señores del Exmo. Cabildo Gobernador, y colocados bajo de docel, con sitial por delante y en él la imágen del Crucifijo y los Santos Evangelios, comparecieron el Exmo. Sr.

Cama con traspontin y arambel encarnado; armario donde guardar ropa, planos y libros; un sitial, dos sillas y una mesa donde pudieran comer dos personas: todos estos objetos son del gusto gótico dominante entonces. Se completa el mueblaje y adorno con una imagen de la Virgen, Maris Stella, de que eran devotos los mareantes, y ante la que cantaban la Salve todos los sábados.

Una lámpara de siete mecheros, puesta sobre un trípode o candelabro de bronce, ilumina la estancia. Puertas al fondo y a los lados. PROCLO, de edad de cincuenta años, seco, escuálido, consumido por vigilias, ayunos, estudios y mortificaciones, aparece sentado en un sitial. Su discípulo, MARINO, está de pié, junto a él. MARINO. ¡Maestro! ¿Estás decidido a recibir esta noche? PROCLO. Lo estoy.

Paquito no la escuchaba, sin embargo: durante toda esta escena había sentado en el sitial gótico a Tock, el perrazo amarillento, que se dejaba manejar con esa especie de cariñosa paciencia con que a los niños soportan los perros.

Con un inconmensurable pañuelo de cuadros se limpiaba la continua destilación de ojos y narices; después se sonó con estrépito dos o tres veces, y viendo a Benina en pie, la mandó sentar con un gesto, y él ocupó gravemente su sitio en el sillón, compañero de la mesa, el cual era de respaldo alto y tallado, al modo de sitial de coro.