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La escitacion cerebral no es dudosa; es parecida á la de la embriaguez; los sentidos están tambien escitados, é igualmente los órganos de la vida de relacion sobre los que refleja la modificacion de los centros.

Así únicamente se comprende que la comedia mencionada de Gaspar de Aguilar lleve el nombre de comedia de capa y espada, apareciendo en ella un duque de Ferrara y otro de Milán, puesto que, á no ser tan débil y dudosa la diferencia que las separa, debiera más bien apellidarse comedia de teatro.

»¡La conspiración era evidente, las pruebas numerosas y el parecer de los jueces era unánime!... Pero la opinión pública estaba tan pronunciada, era tan poco dudosa en el modo de juzgar del talento y capacidad del conde de Pópoli, que nadie dudaba de que tal proyecto no había sido concebido por él; a causa de esto, se me creyó el alma de aquel complot.

Mi privanza con el príncipe, en vez de producirme ganancias, me produce gastos exorbitantes. Bien es verdad, que es dinero que se siembra para cogerlo dentro de diez, dentro acaso de veinte años, y esto de una manera dudosa. Estoy empeñado; los acreedores me asedian, y para pagarles me veo obligado á conspirar. ¿A conspirar contra mi? Contra todo el mundo.

En el instante en que la bala homicida le atravesaba las carnes, en que sus ojos se cerraban a la luz, ¿había aparecido en su cerebro la sombra de un reproche? ¿Podría haber sido reprochable el último pensamiento de su vida? Cuando Vérod se hacía estas preguntas, la respuesta no era para él dudosa: la difunta había perdonado. Y él ¿debía, a su vez, perdonar?

Su accion especial sobre el sistema nervioso cérebro-espinal no es dudosa; obra además sobre la vida vegetativa en los fenómenos mas íntimos de la nutricion intersticial y sobre los vasos sanguíneos. =A.= Apreciacion de sus efectos en los órganos de la vida de relacion.

Le presentó Artegui en silencio el brazo, y ella, dudosa al pronto, aceptó por fin, caminando ambos automáticamente en dirección al hotel. La mañana, un tanto encapotada, prometía temperatura menos cálida y más grata que la de la víspera. Corría regalado fresquecillo, y tras del celaje brumoso adivinábase la sonrisa del sol, como suele columbrarse el amor al través del enojo.

Cesó en su soliloquio, como para oír lo que el silencio de Raíces, a la luz del crepúsculo, le decía. Una campana, muy lejos, comenzó a tocar la oración de la tarde. Bonis, a pesar de su dudosa ortodoxia, se quitó el sombrero. Y recordó las palabras con que su madre empezaba el rezo vespertino: «El ángel del Señor anunció a María...».

Y la emperifollada madre de un alumno, cuya paternidad era dudosa, se paraba a menudo frente al templo de esta astuta vestal, contenta con adorar a la sacerdotisa desde lejos y sin atreverse a profanar su sagrado recinto.

Esta pureza se pierde por un nacimiento ilegítimo; por la menor y más dudosa alianza con sangre mulata o judía, así como por los oficios de verdugo y pregonero, o por castigos infamantes. ¡Válgame Dios dijo Rita , qué fastidiosos están ustedes con su nobleza! ¿Quieres, Rafael, hacernos el favor de continuar la historia del tío? ¡Dale! exclamó la marquesa.