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Porque ¿dónde mayor desventura que enviudar a los veinticuatro años siendo hermosa y viéndose amada? ¡Qué espantoso rastro de pavor dejó en su pensamiento aquella noche del 31 de Octubre al 1.º Noviembre! ¡Cómo lo recordaba todo hasta con los menores detalles!

No, señor: lo iba á averiguar; pero como mi Pascual es tan celoso, tuve miedo. ¡Ah, qué hombre! Cuando se enfaa ... Lázaro estuvo un momento silencioso contemplando la bárbara efigie de aquella mujer, oráculo de su desventura. Después se hizo repetir las señas de la nueva casa, y salió. Ya la determinación de ir allí era inquebrantable, y antes hubiera muerto que dejar de hacerlo.

"Maldito sea aquel día en que nacido Yo triste fuí, que nunca yo naciera, O , que nací, que perecido Al punto que nací luego yo fuera: O ya que no lo fuí, el encrudecido Y hondo mar en me recogiera, Y no viera yo aquesta desventura, Teniendo tan dichosa sepultura." "¿Qué tengo de hacer, triste, mezquino, Como podré soldar yo quiebra tanta?

Arrojase en la sepultura, y dice: Y quedate, Marquino, que los hados No me conceden mas hablar contigo, Y aunque mis dichos tengas por trocados, Al fin saldrá verdad lo que te digo. O tristes signos, signos desdichados, Si esto ha de suceder del pueblo, amigo, Primero que mirar tal desventura, Mi vida acabe en esta sepultura. Arrojase MARQUINO en la sepultura.

Afeábase su hermosura por lo desencajado y lo amarillo del semblante, y estaba, en fin, tal, que todo había que temerlo de ella, ya contra se volviese, ya contra los que eran la causa de aquella desventura horrible en que se encontraba.

Y se retiró alicaído y cabizbajo, mortificado por su amor propio, ajado y deprimido, y dejando en poder de su cliente un documento firmado en que constaban prolijamente las circunstancias y pormenores de su desventura. Reflexionó con calma, y vio que lo mejor era echar tierra al asunto y pagar sin decir una palabra. ¡Y pagó su chapetonada !

Con esto entró dentro de el doliente, y adivinando que la causa de esta desventura no era otra cosa que sus pecados, se volvió con mejor consejo al médico divino, suplicándole vivamente le diese remedio, no tanto á él, que no lo merecía, cuanto á su familia, que alrededor de él lloraba sin tener un bocado de pan que llevar á la boca.

Al punto el Mapono se la echa á cuestas y vuela en alto, quedando la mujer llorando su desventura hasta que tiene noticia de su marido. Vuelve el Mapono, después de largo rato, con alegres nuevas, diciéndola que enjugue las lágrimas, deje de llorar y deponga el luto, porque su marido queda gozando de la vida beatífica de los dioses y la espera para que la haga compañía eternamente en el cielo.

Es también cuestión de decoro nobiliario. Cuba, dominada por España, parece como título, custodiado en nuestro poder, de que descubrimos y civilizamos el Nuevo Mundo. Por esto, todo buen español debe considerar como gran desventura la pérdida para nosotros de aquella hermosa isla. Por esto, con general aplauso y excitación de toda España, han ido á Cuba 200.000 soldados.

En algunas páginas que producen una emoción profunda, el doctor Vargas, que hoy ha dedicado su vida al alivio de esa desventura, ha contado cómo fue atacado por el mal en plena juventud, al terminar sus estudios de medicina.