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Iban llegando ya los curas de las inmediaciones, y en el atrio, tapizado de hierba, se oía al gaitero templar prolijamente el instrumento, mientras en la iglesia el hinojo, esparcido por las losas y pisado por los que iban entrando, despedía olor campestre y fresquísimo.

Necesítase, empero, para desatar este nudo que no ha podido cortar la espada, estudiar prolijamente las vueltas y revueltas de los hilos que lo forman, y buscar en los antecedentes nacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres y tradiciones populares, los puntos en que están pegados.

CON arreglo al plan de esta obra, la historia de la decadencia de la literatura y del arte dramático en España, debe ser más bien bosquejado que prolijamente expuesto, porque la vista no se recrea gozosa en ríos casi secos, sino en corrientes caudalosas y de dilatadas orillas, ó en las que llevan trazas de serlo.

En resolución, ya que sería cuento de nunca acabar el ir citando sucesos semejantes de hombres y dioses, yo vuelvo á prescindir de religión y de moral: no echo sermón, aunque ya estamos en Cuaresma; pero tratándose de arte, ¿cómo prescindir de lo artístico? No es artístico el describir prolijamente los placeres de la alcoba. Admirable es la belleza del cuerpo humano.

A ver, Ricardo... ¡salta! El malacara, parado al borde de la zanja, cuya profundidad no llegaba a medio metro, juntó las cuatro patas y a una incitación de su jinete, saltó con él, que se había tomado prolijamente de la cabezada de su montura y que experimentó, después del salto, la grata sensación de conservarse en ella. Ahora ...

Cuando habla un personaje habla y se produce como en su tierra, discurriendo prolijamente, remachando los conceptos, repitiendo, sin necesidad, unas mismas frases, escaseando los sinónimos.

En el brazo izquierdo llevaba ella un enorme pañolón de seda roja, cubierto de lindas flores prolijamente bordadas en el Imperio Celeste; y, según es uso en Lisboa, lo extendió como colgadura sobre el antepecho del palco.

Elías manifestó con repetidos movimientos de cabeza que estaba conforme con estas apreciaciones. Salió de la casa, y una hora después volvió acompañado de Clara. Para hacer comprender lo que Clara encontró de terrible en la determinación del realista, conviene describir prolijamente la casa y sus extraordinarios habitantes. #Las tres ruinas.#

Y con palabra rápida, vibrante, tropezando muchas veces por la irritación de que estaba poseído, expuso prolijamente sus quejas, complaciéndose en hacer sangrar de nuevo los pinchazos que había recibido en su vida matrimonial. Ventura tenía un carácter diametralmente opuesto al suyo. No era posible estar bien con ella más de una hora.

Anoche supe también lo que es «curarse», y me curé tan prolijamente, que aquí me tiene con una sed infernal y este adorno junto a un ojo... Pero no me arrepiento: ¡qué muchachos simpáticos! Da gloria tener amigos tan cariñosos. Unos me llamaban gallego, otros me apellidaban godo. ¿Ha notado usted qué variedad de motes amorosos gozamos los españoles en la América que habla español?