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«Lunes 25 de Julio hubo otros toros en la Plaza de San Francisco á que asistió el Cabildo Eclesiástico y se estrenaron los escaños morados que para este efecto se hicieron y se puso el sitio alfombrado con las dos alfombras iguales y la colgadura fué de la verde, un paño de á tres y dos de á seis y tres escudos de las armas de la Iglesia repartidos en dichos paños; la almohada del señor Dean estuvo puesta siempre á los pies del escaño que ya no se aguarda á ver si la pone el Regente como se solía, sino desde luego se pone como en los demás tribunales

Hasta las cosas familiares entraban en el temeroso encantamiento: una inmóvil colgadura, un paño negro, un antiguo retrato de familia, un espejo, una daga, exhalaban a veces, para él un sentido perturbador, vahos de espanto y de demencia. Hubiérase dicho que ciertos objetos buscaban expresarle lúgubres presagios.

En el brazo izquierdo llevaba ella un enorme pañolón de seda roja, cubierto de lindas flores prolijamente bordadas en el Imperio Celeste; y, según es uso en Lisboa, lo extendió como colgadura sobre el antepecho del palco.

Al mismo tiempo que por una puerta de escape entraba Petra, su doncella, asustada, casi desnuda, se abrió la colgadura granate y apareció el cuadro disolvente, el hombre de la bata escocesa y el gorro verde, con una palmatoria en la mano.

A las cinco de la tarde ellas y ellos, llevando las primeras la corona sobre una bandeja, van á buscar al párroco, y este con la comitiva lo hace del Alcalde, dirigiéndose todos al Tribunal. El salón está hecho un ascua de fuego. Donde quiera hay espacio para una colgadura, flota un damasco; donde quiera hay lugar para fijar un clavo, luce una mecha alimentada por aceite, petróleo, cera ó esperma.

Mas arriba se destacan en lontananza gigantes mas y mas colosales, cuyas cabezas refulgentes se pierden en las vagas ondulaciones de las nubes . En unos trechos los hielos descienden hácia el golfo congelado, en desiguales latitudes, como las puntas desgarradas de un encaje terminando una inmensa colgadura de armiño.

Un ángulo de la tapicería estaba doblado hacia adentro; él lo cogió maquinalmente e hizo dar a la tela brusca socollada. Entonces sucedió un hecho harto extraño: envueltas en una nube de polvo, inesperadas, sorprendentes, salieron por debajo de la colgadura innumerables polillas.

El Magistral de pies, en el umbral de una puerta, con una colgadura de terciopelo cogida y arrugada por su blanca mano, se inclinaba con gracia, sonreía, y movía la cabeza pequeña y bien torneada diciendo: no con el gesto... con cierta coquetería epicena. ¡Anda, papá! sujétale decía Olvido con voz suplicante, arrastrando las sílabas que parecían salir de la nariz. Imposible.

El mismo instinto que le hacía recatarse fue quien hizo avanzar su mano levantando levemente un lado de la misteriosa colgadura. Miró, y sin embargo no sufrió la impresión de momentos antes. Todo era verdad. Ahora comprendía las palabras de don Eugenio, su sonrisa triste, la mirada de conmiseración con que había acompañado su rápida salida de la tienda.

Y marchó de espaldas hacia la puerta, enviándole besos hasta que levantó el cortinaje. Luego, al otro lado de la colgadura, cuando ya no podía ser vista, su alegría infantil y su sonrisa desaparecieron instantáneamente. Pasó por sus pupilas una expresión feroz y su boca hizo una mueca de desprecio.