United States or Cabo Verde ? Vote for the TOP Country of the Week !


Una voz siniestra cantaba los números, y a cada cifra, que repercutía lúgubremente bajo las bóvedas, se desprendía una sombra de la mesa, abandonando sobre la bandeja el bolsillo. Luego volvían con otro y más tarde con otro, y el oro se amontonaba de manera tal, que tocaba al techo en soberbia columna de tentadores chispazos. Y los dados seguían bailando y cantando la voz siniestra.

Unas se estiraban lo mismo que fieras perezosas, sin reparar en lo que dejaban al descubierto; otras apoyaban la mandíbula en las rodillas, mientras mantenían éstas entre sus brazos cruzados. El estaba en el suelo, sobre una gran bandeja de plata, en la que movía la lámpara de alcohol su penacho azul casi invisible. Julieta había hecho valientemente la presentación de la vieja á sus amigas.

Acorté el paso, levanté los ojos de las espumosas aguas que corren aprisionadas en el bambán, y la curiosidad hizo me fijara en el grupo, llamando mi atención una bandeja llevada en manos de una dalaga. Los seguí, y al ver entraban en una casa, interrogué á uno de los acompañantes quien me dijo iban á tener un hatiran.

Yo sabía que estaba soñando. ¡Y sin embargo no podía dormirme!... ¿Quién hubiera dormido con semejante preocupación? ¡No, no dormí un instante en toda la noche! Puso él la bandeja sobre una mesa, y salió disparado, cerrando la puerta. Al cerrarla dio un chillido, porque se apretó la cola. Dejé que el desayuno se enfriara en la taza durante todo el día.

Huberto cerró el estuche y lo puso en la bandeja, no sin ahogar un suspiro; hasta murmuró: ¡Quién sabe!... En fin, mejor es que sea así... ¡Ah, María Teresa! ¡eres tan linda, sin embargo! Luego, filosóficamente, bebió su , estiró el brazo, tomó un diario, y se puso a leer. Tal fue la oración fúnebre de lo que Huberto creyó ser, de su parte, un grande y delicado amor.

El duque se enfureció terriblemente, y lanzando gritos de cólera, y echándoles miradas de fiera acosada, se tiró al suelo y se puso a recoger de nuevo los mendrugos, mientras los criados celebraban con algazara la gracia de su compañero. Cuando ya los tenía todos en la bandeja y corría hacia la puerta para librarse de sus burlas, el mismo rapaz se fué tras él y otra vez se los tiró.

Y diciendo esto se hizo un poco a un lado para dejarle sitio en el mismo canapé. El inspector general no deseaba sino obedecer a invitación tan amable; pero, no sabiendo qué hacer de la taza que tenía, en la mano, hizo ademán de ir a dejarla sobre una mesilla. La señora Liénard se levantó corriendo, le tomó la taza de las manos y fue a darla a un criado que pasaba entonces con una bandeja.

Poco tardaron los bailarines en bajar hacia la rectoral, cantando y atruxando como locos, y con ellos descendió Julián. El cura esperaba en la portalada misma: recogidas las mangas de su chaqueta, levantaba en alto un jarro de vino, y la criada sostenía la bandeja con vasos.

Qué gracioso, ¿eh? decía Eneene riéndose con envidiable gana. Entró un negro y presentó dos tazas de te en una bandeja.

En la puerta un presbítero, sentado ante una mesa, golpeaba con una moneda la bandeja de las ofrendas, y aquel choque metálico, acusador del interés, sonaba mal: los muros sagrados lo devolvían en apagados ecos, cual si rechazaran la voz de la codicia humana.