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Andas muy triste de algún tiempo á esta parte». Sintióse conmovido por estos recuerdos. Luego se enfureció contra el destino, la Providencia, ó lo que sea, que nos hace insensibles para los que nos aman y nos inflama de amor por los que nos desprecian. ¿Por qué, por qué no he de querer yo á esta niña como ella me quiere? se decía.

Fuí a visitarla, y habiendo cometido la indiscreción de decirle que te quería, se enfureció de tal modo, que me hizo poner en la puerta de la calle. Inés cruzó las manos, dejándolas caer luego con desaliento sobre su falda, mientras elevaba sus ojos al cielo, sin decir nada.

Hazme el favor de dejarme. He dicho que me iba y no me vuelvo atrás profirió en tono resuelto frunciendo el entrecejo. El guapo se enfureció otra vez, y olvidando toda galantería, la insultó groseramente.

La herida, que fue en el pecho, lejos de contenerle, le enfureció más; y dando un espantoso rugido, arrancó hacia atropellando a Canelo, que en vano había hecho presa en una de sus orejas. Faltándome terreno en que desenvolver el recurso de la escopeta, di dos saltos atrás empuñando el cuchillo; pero ciego ya de pavor y perdida completamente la serenidad.

Así empezó la cólera de Aquiles, que es lo que cuenta la Ilíada, desde que se enojó en esa disputa, hasta que el corazón se le enfureció cuando los troyanos le mataron a su amigo Patroc quemándoles los barcos a los griegos y los tenía casi vencidos.

Se enfureció Pirovani, pero con una cólera ardiente, al recibir tal insulto en presencia de Elena. Y como su violencia de sanguíneo necesitaba pasar á la acción, por toda respuesta se arrojó sobre el ingeniero, abofeteándole. Inmediatamente los dos hombres se agarraron, luchando á brazo partido, mientras la Torrebianca, perdida la serenidad, empezaba á dar voces de espanto.

El brutal chalán lanzó una exclamación grosera al pasar Roger, quien siguió su marcha sin darse por entendido; pero como á la mujer se le ocurriese llamar á gritos al apuesto joven invitándole á comer con ellos, su marido se enfureció de tal manera que empuñando la vara empezó á dar de palos á su caritativa compañera.

Por San Juan dejó de trabajar. Una noche fue a pedir dinero a su hermana, y como esta no quisiese dárselo, se enfureció, trabáronse de palabras, asustose ella, renegaron uno de otro, él le dijo algún vocablo malsonante, lloró Isidora, intervino con más celo que autoridad don José, y, por fin, el chico salió de la casa gruñendo así: «No me quieres dar nada. Pues me lo dará Gaitica...».

El mofletudo general se enfureció no pocas veces durante el curso de las declaraciones, cortando la palabra al fiscal para apostrofar duramente a los conspiradores y amenazarlos con fusilarlos interinamente si no declaraban todos los pormenores y ramificaciones de la conjuración; pero no consiguió gran cosa con sus bravatas.

El Indio converso era capaz de haber corrido todas las parroquias de Madrid para convencer a su protector de que albergaba una pareja pecadora, entregada a la concupiscencia de la carne. El gesto del señor Vicente delataba su repugnancia a vivir en contacto tan inmediato con el pecado. Maltrana se enfureció ante estos escrúpulos.