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¿Usted está seguro de que tiene... querido? Como de que ahora es de día. ¿Y de que el querido es un mozo aldeano? señora: un rapaz guapo por cierto; el que toca la gaita en las fiestas de Naya y en todas partes. Le he visto venir aquí mil veces, el año pasado, y... andaban juntos. Es más: me consta que trataban de sacar los papeles para casarse. señora: me consta. Ya ve usted que....

Estas parábolas o símbolos se presentaban a mi mente y me tenían obsesa, vacilante, casi rendida. Ya te he dicho que D. Pepito era guapo.

Las calles iban quedando oscuras y el semblante del guapo también.

Liette pasaba largamente la inspección y se detenía en los menores detalles, muy orgullosa de aquel guapo oficial que era su hijo de elección. Hoy, que no necesitas atenerte a la ordenanza, quiero hacerte un regalo le dijo.

Acordéme entonces de Neluco y de Chisco, y supuse que la casa del primero sería una grande, de «cuatro aguas», que no distaba mucho del camino; y supuse bien, según respuesta que dio a una pregunta que le hice, un muchachuco más guapo que limpio de cara y de vestido, que jugaba, con otros de pelaje aún más humilde, en una brañuca próxima a la portalada.

Las mujeres, aunque con trabajo, refrenaron su ira, porque el guapo tenía malas pulgas. Además, Frasquito y Gregorio las instaron á hacerlo. Se habló de cosas indiferentes como si nada hubiese pasado; se bebió y se cantó otra vez. Pero como la ira seguía rugiendo en los corazones, aunque los rostros se mostrasen alegres, cuando menos se pensaba estalló la tempestad de nuevo.

En el tiempo de que voy hablando, aportó a Río, como secretario de la Legación de Su Majestad Británica, un inglesito joven y guapo; probablemente tendría ya cerca de treinta años, pero su rostro era muy aniñado y parecía de mucha menor edad.

El muchacho se parecía por lo bueno y lo guapo al único hijo que los viejos habían tenido; un pobrecito que había muerto siendo soldado, en tiempos de paz, en un hospital de Cuba. Todo le parecía poco a la seña Eduvigis para el aperador. Reñía al marido porque no se mostraba, según ella, bastante amable y solícito con Rafael.

Al cruzar para su cuarto vió en uno del pasillo á Soledad limpiando un vestido, y tuvo la magnanimidad de decir: «¡HolaAquélla levantó los ojos y respondió con la misma gravedad y concisión: «Hola». Siguió el guapo hasta su habitación un poco sorprendido: esperaba hallarla bañada en lágrimas ó presa de algún ataque de risa convulsiva de los que á menudo la cogían.

¡No me pegue usted, señor Pedro, que yo no he tenido culpa! Fué ella quien me mandó á llamar. El guapo sonrió y repuso cariñosamente: No temas, querido, ninguna gana tengo de pegarte... Al contrario, deseaba verte y charlar contigo un rato...