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Mientras Delaberge hablaba, la señora Liénard había vuelto un poco su rostro y con una de sus lindas manos hurgaba nerviosamente en las flores de un jarrón que tenía a su alcance. Arrancó por fin una ramilla de madreselva y la fue desmenuzando poco a poco entre sus rosados dedos. Sea usted franca y dígame si he leído bien en su corazón. Creo... que murmuró la viuda sin mirarle.

La herida, que fue en el pecho, lejos de contenerle, le enfureció más; y dando un espantoso rugido, arrancó hacia atropellando a Canelo, que en vano había hecho presa en una de sus orejas. Faltándome terreno en que desenvolver el recurso de la escopeta, di dos saltos atrás empuñando el cuchillo; pero ciego ya de pavor y perdida completamente la serenidad.

Nelet, con la gravedad de un maître d'hôtel, muy circunspecto desde que veía en la mesa al tío millonario, sacó de la cocina el plato del día, la obra maestra de Visanteta, un pescado a la bayonesa que arrancó a todos un grito de admiración. ¡Caballeros...! ¡Ni en la mejor fonda! dijo Rafael . ¡Ole por la cocinera! Don Juan encontró de mal gusto la felicitación, pero admiró la obra.

Ser admirado constituye «la mitad» de su vida, acaso «toda su vida»; es una sed rara que, no habiendo de calmarse nunca, á ratos, sin embargo, parece satisfacerse con una gota: así lo más frívolo, una carta, un simple apretón de manos, nos embriaga. Ello explica las lágrimas que arrancó á Sara Bernhardt el asesinato de «monseñor» de Sibour.

Volvió adonde estaba el conde y con gran desenvoltura, con cierta afectación aún, propia del que pretende mostrar su dominio, le arrancó el clavel que traía y le puso el nuevo. Sufrió él esta sustitución en silencio, inquieto y sorprendido. Ella, fingiendo no advertir esta sorpresa, se echó un poco hacia atrás y exclamó con intención: ¡Ya lo creo que está mejor!

La vista de este pasajero que hablaba en inglés ofreciéndole un cigarro le arrancó á los placeres de una conversación extendida trescientas millas á la redonda. Todo marcha bien... Tenemos muchos compañeros de viaje. Y fué enumerando los buques que se mantenían en comunicación con el vapor. El más próximo era el Californian, un barco inglés procedente de Malta.

Arrancó el botafuego de manos del herido y me lo entregó diciendo: «Toma, Gabrielillo; si tienes miedo, vas al agua». Esto diciendo, cargó el cañón con toda la prisa que le fue posible, ayudado de un grumete que estaba casi ileso; lo cebaron y apuntaron; ambos exclamaron «fuego»; acerqué la mecha, y el cañón disparó.

La diligencia francesa arrancó al galope del pueblecito de Behovia, donde reside la aduana, y en breve se abrió á mi vista un espléndido paisaje desde las alturas ó colinas que median entre el valle del Bidasoa y el del Nivella.

Un día estaba jugando con un látigo cerca de uno de los carros que estaban en el patio, adonde habían ido a cargar harina. Uno de los caballos se asustó de pronto, y el carretero, un borracho brutal, arrancó el látigo de las manos del niño y con él le cruzó a éste la cabeza y el cuello.

En aquel momento mi corazon se apretó dolorosamente; un suspiro profundo me arrancó de mi contemplacion detras de los timoneros del vapor, y sentí que una lágrima ardiente me quemaba la cara.... Esa era mi despedida, mi silenciosa invocacion á la patria. Alcé los ojos al cielo, y que el pabellon británico flotaba sobre mi cabeza.