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Luisa, en medio del tumulto y de aquellos feroces aullidos, no pensaba mas que en cubrir con su cuerpo a Catalina. La labradora ¡júzguese cuál sería su terror! acababa de reconocer al loco Yégof montado en un caballo alto y flaco, con la corona de hojalata en la cabeza, la barba erizada, empuñando una lanza y con la amplia piel de perro flotando sobre sus hombros.

Y como su fino oído de hombre habituado á la soledad creyó percibir cierto rumor inquietante en los vecinos cañares, corrió á la barraca, para volver inmediatamente empuñando su escopeta nueva. Con el arma sobre el brazo y el dedo en el gatillo, estuvo más de una hora junto á la barrera de la acequia.

Los negros encapuchados, silenciosos y lúgubres, sin otra vida que el brillo de los ojos al través de la sombría máscara, avanzaban de dos en dos con lento paso, guardando un ancho espacio entre pareja y pareja, empuñando el hachón de lívida llama y arrastrando por el suelo la larga cola de sus túnicas.

Se mostraban enfurecidos por este incidente, que había venido á perturbar su gloria, y empuñando la lanza á cuatro manos empezaron á dar pinchazos en una pierna del coloso. Esta vez el dolor hizo saltar á Gillespie, dejando libres las ventanas, por las que entró á raudales la dorada luz de la tarde.

El cura entró un momento en la alcoba oscura de la sala, y salió empuñando un par de zapatillas como lanchas, que dejó caer con estrépito a los pies de su sobrino. Ahora quítate esa gabardina. ¿Qué gabardina? La que traes puesta, hombre... no vale nada... parece de papel... Te estás muriendo de frío. Andrés comprendió que se refería al jaquette. No, señor, no tengo frío.

El señor Fermín que iba a la cabeza de la procesión, estaba ya en mitad de la cuesta, cuando apareció en la entrada de la capilla el grupo más interesante; el padre Urizábal, con una capa de claveles rojos y dorados deslumbrantes, y junto a él Dupont, empuñando su cirio como una espada, mirando a todos lados imperiosamente, para que la ceremonia marchase bien y no la desluciera el menor descuido.

Edwin, empuñando otra vez sus remos, procuró salir rápidamente del puerto. Nada le quedaba que hacer en él. Pero fuera de su boca le salió al encuentro un obstáculo inesperado. La escuadra del Sol Naciente había zarpado días antes, lo mismo que las flotas aéreas, para combatir á los insurrectos, dejando solamente dos buques á las órdenes del gobierno.

La herida, que fue en el pecho, lejos de contenerle, le enfureció más; y dando un espantoso rugido, arrancó hacia atropellando a Canelo, que en vano había hecho presa en una de sus orejas. Faltándome terreno en que desenvolver el recurso de la escopeta, di dos saltos atrás empuñando el cuchillo; pero ciego ya de pavor y perdida completamente la serenidad.

¡Oh, señor, ve que es cosa de gran desesperanza salir por esos campos empuñando la lanza, A desfacer entuertos en sin igual empresa! ¡Luchar con la quimera hasta rendir los brazos, Y azotarse las carnes hasta hacerlas pedazos, Por romper el encanto que aduerme a una princesa! Pero todos lo hacemos.

Allí estaba el belga empuñando la espada y con él Dechard, sentado en un sofá. Bersonín, sorprendido al verme, retrocedió; Dechard saltó sobre su espada. Ataqué furiosamente al primero, acosándole hasta la pared. Aunque valiente, no era esgrimidor de primera fuerza y pronto cayó a mis pies.