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Don Salvador fijó un momento su atención y repuso: Efectivamente, se oye un gran alboroto en la calle. Los gritos, la algazara, no solamente iban en aumento, sino que parecían acercarse hacia aquel pacífico retiro. Don Salvador descorrió la persiana de una de las ventanas del pabellón, y asomándose, dijo en voz alta: Atanasio.

Juanito habíase metido en el piso bajo, donde reinaba gran algazara por estar reunidas las criadas de la casa con las de las familias invitadas. Amparito llevaba a remolque a su antiguo novio. Vamos a ver; ¿qué hacemos...? Podemos dar un paseo por la montaña.

Sintió gran algazara, paróse maquinalmente y tuvo intenciones de entrar. "No dijo dominándose no entraré." Y al mismo tiempo dió un paso hacia la puerta. Sin embargo, atracción fatal le arrastraba hacia aquel recinto, abismo de sus primeras y más bellas ilusiones. Los sonidos que allí dentro se oían retumbaban en su cerebro como ecos infernales de singular fascinación.

Perfectamente. Cada vez era mayor la algazara. La imperturbabilidad del conde hacía muy buen efecto. Detrás de aquellas bromas se adivinaba que sus amigos le querían y respetaban su valor. En esto apareció un criado y le presentó una carta en bandeja de plata. La tomó y la abrió con curiosidad. Al recorrerla volvió a sonreír y la pasó a los que tenía al lado.

En las tabernas, que no eran pocas, se oía mucha algazara. Era ya casi noche. Úrsula le fue guiando al través de aquella calle larga y tortuosa, que era la única de la parroquia de San Pedro, hasta una plazoleta en cuyo centro bailaba un grupo de muchachas. La batelera se detuvo delante de una casa vieja con escudo sobre la puerta, y se arrimó a la ventana de la tienda donde había estanquillo.

Se les dió de comer, y se regalaron con lo poco que teniamos. Dióse fuego á un cañon y al principio se amedrentaron, pero luego se alegraron con mucha algazara, y al ponerse el sol se mandaron á tierra.

Estaba situada en la plaza del Duque; así que tardamos muy poco en llegar a ella. Por la cancela del portal percibimos ya bastante algazara. Salió a abrirnos una linda criadita de ojos negros y pelo rizoso, mas antes que corriese el cerrojo, una señorita delgada, pálida, de cabellos rubios cenicientos y ojos azules, llegó con presteza y se adelantó a hacerlo.

Pero cuando más enfrascado se hallaba en la algazara apareció en la puerta la figura siniestra del paisano Barragán con su eterna zamarra negra, su enorme sombrero y sus barbas hasta el medio del pecho. Los ojos de todos los tertulios se volvieron con sorpresa hacia él y hubo un instante de silencio. ¡Hola! ¿qué vendrá a hacer aquí este pájaro? dijo uno. ¡Soberbia figura para mi drama!

Corría el grupo por los desmontes con la algazara de la lucha; rodaban por el suelo algunas de las combatientes con tal ímpetu, que dejaban al descubierto las roñosidades de su interior. Maltrana, con su raído macferlán y su sombrero de señorito pobre, pareció distraer de la lucha a esta ruda juventud.

No parecia sino que tenia los ojos atados á la punta del pié derecho, en donde continuaba dando golpes con la rama. Al pasar casi tocando con sus piés, el brigadier dijo, esta está maquinando contra algun infeliz, y al oir esto, todos nos reimos con cierta algazara.