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Yo sabía que estaba soñando. ¡Y sin embargo no podía dormirme!... ¿Quién hubiera dormido con semejante preocupación? ¡No, no dormí un instante en toda la noche! Puso él la bandeja sobre una mesa, y salió disparado, cerrando la puerta. Al cerrarla dio un chillido, porque se apretó la cola. Dejé que el desayuno se enfriara en la taza durante todo el día.

12 Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se enfriará. 13 Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo. 14 Y será predicado este Evangelio del Reino en el mundo entero, por testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. 17 y el que sobre el terrado, no descienda a tomar algo de su casa; 18 y el que en el campo, no vuelva otra vez a tomar sus vestidos.

Temerosa de que se enfriara, apuró todas las razones para sosegarle, y viendo que no podía ser, quitose la bata y se metió con él en la cama, dispuesta a pasar la noche abrigándole por fuerza como a los niños, y arrullándole para que se durmiera.

Pero en cuanto la capa de aire suba al cielo, llevando consigo el vapor, se enfriará gradualmente, y pronto se revelará el agua, condensada en moléculas distintas.

Era un desayuno de hirviente sangre humana, y yo no podía olvidar que la sangre humana tarda mucho en enfriarse. Esperando pues que se enfriara el desayuno, me lo pasé todo el día en cama. Felizmente tenía caramelos de goma en la mesita de luz, porque estaba muy resfriado. Tan resfriado que la respiración se me había detenido por completo.

Y no huíamos ya solamente para que no se enfriara el almuerzo, sino porque nos aturdía aquella rápida sucesión de emociones, tanta nueva belleza, tanta poesía, tanta historia, tanto portento de diverso orden como llamaba nuestra atención por todas partes y á un mismo tiempo. ¡Necesitábamos descansar, hacer algunos apuntes, descargar nuestra memoria!.....

Se enfriará, mujer dijo don Pablo, a quien tanto mimo ponía de mal humor. Fué lúgubre la comida. La señora no comió, empeñada en la batalla con la mosca de su idea primera, que había vuelto a acometerla, y don Pablo dió satisfacción al estómago con dos cucharadas de sopa, preocupado también y triste.

Pero nada, lo de siempre; bastó que la muchacha opusiera la resistencia que el fingido pudor exigía, para que él, seguro de vencer, enfriara, cejase en su descabellado propósito, contentándose con pequeños favores y con el conocimiento exacto de la hermosura que ya no había de poseer. Y de una en otra vino a declarar el hallazgo de la liga, aunque sin decir que había sido de su mujer.