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Se acordó que velara Facia, que no se acostara Chisco y que durmiera yo como las liebres; y con ello se marcharon Lita y su madre con Neluco, despidiéndose ellas «hasta mañana» y él «hasta luego»; se fueron quedando a oscuras aquellos destartalados y fríos ámbitos de la casona; creció con las tinieblas el silencio, y pasó un buen rato, mientras la mujer gris aderezaba el velón, sin que yo viera otra cosa en derredor mío que las mortecinas ascuas agonizando entre las cenizas del brasero, ni oyera otros rumores que los de la trabajosa labor del respirar de mi tío en el fondo de la alcoba, y los del acompasado y monótono fluir de las canales sobre el encharcado goterial.

Confiesa que dormías a pierna suelta y muy a gusto lejos de tu pobrecita Elena. Que dormía, , lo confieso; pero niego que durmiera a gusto. Mientras el sueño no me rindió tu imagen no se apartó de mi pensamiento.

Esta, creyéndola dormida, o deseando que durmiera, se inclinó hacia Pepita, puso con lentitud y suavidad un beso sobre su blanca frente, le arregló y plegó el vestido sobre el cuerpo, entornó las ventanas para dejar el cuarto a media luz y se salió de puntillas, cerrando la puerta sin hacer el menor ruido.

Y cuando su corazón de madre estuvo saturado de orgullo, me hizo sentar a su lado en las almohadas, apoyó su cabeza en y concluyó casi por ponerla sobre mis rodillas. ¡Oh! ¡Qué frescura! murmuró. En seguida cerró los ojos, respirando tranquila y regularmente, como si durmiera. Enjugué con mi pañuelo el sudor que cubría su frente.

Comprendiendo Jacinta que no podía sostener más tiempo el bromazo, quiso recoger vela, y le incitó a que se durmiera, porque la conversación acalorada podía hacerle daño. «Tiempo hay de que hablemos de esto le dijo ; y ya... ya te irás convenciendo». Güeno replicó él con puerilidad graciosa tomando el tono de un niño a quien arrullan.

Accionaba la viejecilla de una manera gráfica, expresando tan bien, con el mover de las manos y de los flexibles dedos, cómo la cama del tacaño se contaminaba de sus ruines pensamientos, que Torquemada la oía con verdadero furor, asombrado de tanta ingratitud; pero ella, firme y arisca, continuó despreciando el regalo: «Pos vaya un premio gordo que me caía, Santo Dios... ¡Pa que yo durmiera en eso!

Estuvo ausente una gran parte de la noche, y le Tas se durmió esperándole. La señora Chermidy tascó el freno, no sin que más de una vez encontrara sorprendente que una persona que tenía cien mil francos en su poder no pudiese adquirir una noticia tan sencilla. Despertó a la pobre le Tas que ya no podía más, y ésta le aconsejó que durmiera y no se pudriera la sangre.

En medio de tus galas, gimes entre cadenas; la libertad lo es todo y estás sin libertad; para aliviar, oh patria, tu padecer, tus penas, gustoso diera toda la sangre de mis venas, durmiera como duermen tantos la eternidad.

Parapetada detrás de sus antiparras, la madre Angustias observaba los bostezos y acariciaba su caña dictatorial sin decir palabra á la culpable, esperando á que se durmiera, y entonces ¡ira de Dios! le sacudía un cañazo, seguido de una retahila de insinuaciones coléricas.

Todavía en aquellos tiempos se dormía la siesta, y al día siguiente de aquel 16 da Julio fue cuando la Providencia dispuso que el Gobierno durmiera una siesta célebre.