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a ciencia cierta, pues, que me ama profundamente en ese estado, no ignorando tampoco que en sus momentos de lucidez no tiene la menor preocupación por mi existencia, presente o futura. Esto crea así un caso de sicología singular de que un novelista podría sacar algún partido. Por lo que a se refiere, decir que esta doble vida sentimental me ha tocado fuertemente el corazón.

Miraba desvanecerse una preocupación, un ligero fantasma que había flotado fugitivo, impreciso y como poniéndose siempre a sus espaldas, para no ser visto... ¿Sabe, Muñoz, quién vendrá? Adriana. ¡Qué coincidencia! En este momento iba a mandarle avisar a usted. Al fin se realizará la gran entrevista.

En el estilo y manera hay todavía dureza; cada pedazo esta hecho y apurado aparte, con la preocupación de modelar enérgicamente; las sombras parecen recortadas, y en derredor de las figuras, cuyo contorno destaca del fondo con innecesario vigor, falta el aire respirable que es el mayor encanto de las obras de Velázquez, cuando a fuerza de observación llega más tarde a esfumar los cuerpos en la distancia, presentándolos no con su propio aspecto real, sino con el que toman, según el lugar que ocupan.

Había concebido preocupación extraordinaria hacia uno de ellos, achaque que suele ser común entre los de su profesión, que se creen salvos y seguros si de aquel libran bien, sin cuidarse de los demás de la corrida. Además, estaba celoso; ¡celoso él, que no sabía más que vencer y recibir aplausos!

Pero si no comprendía las palabras incoherentes que la preocupación arrancaba á su tía, veía, sin embargo, que eran de violencia y de odio. ¡Odio, rencor! ¡Cómo su bienhechora, que era para ella el ideal de la generosidad y de la bondad, podía abrigar semejantes sentimientos! ¿Y por qué prodigio aquel joven desconocido los despertaba en su corazón?

Por otra parte, si se prescinde de la porción de preocupación más o menos visible o sublime del pundonor, y si se considera en el duelo el mero hecho de satisfacer una cuenta personal, diré francamente que comprendo que el asesino no tenga derecho a quitar la vida a otro, por dos razones: primera, porque se la quita contra su gusto, siendo suya; segunda, porque él no da nada en cambio.

Y la muchacha se embarca sin conocer al futuro esposo más que en un busto fotográfico, y su única preocupación es que al verle resulte de buena estatura... Hay también... Pero aquí, amigo Ojeda, no qué decir...

Lo adivinó en su gesto... Pero cada uno de ellos, con la preocupación de matar para seguir viviendo, no podía reunir sus recuerdos. Desnoyers hizo fuego con la seguridad de que mataba á una persona conocida.

También este muchacho, escéptico para todo lo que no estuviese en relación con su egoísmo, parecía contagiado por la preocupación general. Cuando despertó, la carta de ella citándole para las cinco de la tarde contenía igualmente algunas palabras sobre el temido peligro. A través de su estilo de enamorada parecía transpirar la preocupación de París.

De su preocupación sobre la materia hablan bien claro las sustanciosas páginas que dejó al morir. De su "Ensayo sobre educación", aparecido en momentos de mayor confusión de planes y programas, ha dicho Máximo Victoria: "El campanero de estos tres repiques llamaba a misa mayor cuando los escribió".