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Debía mostrarse cruel, fingir despego, hacerle sufrir como una moza casquivana, antes que decirle la verdad. Imperaba en ella esa preocupación de la hembra vulgar que confunde el amor con la virginidad física. Una mujer sólo podía ser esposa del hombre al que llevase como tributo de sumisión, la integridad de su cuerpo. Ella debía ser como su madre, como todas las buenas mujeres que conocía.

Y así, esperé que, pasado un lapso de tiempo prudencial, la personalidad del hombre sereno y expansivo se sobrepusiese a la del hombre apasionado, triste y taciturno, y que don Guillén reanudase su cuento. Le hablé, por favorecer el tránsito, de cosas indiferentes a su preocupación actual, pero no tan indiferentes que resultasen frívolas o necias.

Vamos á salir muy pronto repitió con visible preocupación . Estarás contento, Tòni; creo que estarás contento. Tòni permaneció impasible. Esperaba algo más. El capitán, al iniciar un viaje, le decía siempre el puerto de destino y la especialidad de la carga. Por eso, al darse cuenta de que Ferragut no quería añadir nada, se atrevió á preguntar: ¿Es á Barcelona adonde vamos?...

No te inquietes, querida mía y el señor Aubry para tranquilizar a su esposa trató de afirmar la voz: estoy mejor. Pero quisiera acostarme. Jaime, hazme el favor de telegrafiar a Juan que venga inmediatamente; lo necesito. Y como Jaime comprendiera que su padre estaba agitado por una preocupación grave, se apresuró a tranquilizarlo.

Perdona si mis palabras te han ofendido. Fernanda hizo una mueca de desdén y se alejó exclamando: ¡Arrepiéntete, pecador, que el infierno tienes delante! ¡El infierno! Esta palabra, soltada a la ligera, como broma, hizo dar un vuelco a su corazón; despertó la preocupación constante de su existencia desde hacía algún tiempo. Todos los Gayoso habían vivido bajo la influencia de esta idea funesta.

Clara no hubiera hablado con tanta elocuencia; pero de seguro pensaba y decía interiormente cosas parecidas. La devota se sonrió al concluir su homilía, acontecimiento rarísimo que hubiera sorprendido á todos, si la preocupación de aquellos momentos les hubiera permitido repararlo.

La displicencia con que Millán y Leocadia comenzaron a mirarse, perdió con esto importancia a los ojos de Pepe: su verdadera preocupación fue la conducta de Tirso, y llegó a disgustarse tanto, que su amada Paz lo echó de ver en seguida.

Quizás yo me engaño en esto, y mi preocupación haya sido la que puso para mis ojos, en la frente y en la mirada del cura, esa nube de melancolía de que acabo de hablar. Es que yo no puedo figurarme jamás a un pensador, sin suponerlo desgraciado en el fondo. Para el talento elevado siempre es presa de dolores íntimos, por más que ellos se oculten en los recónditos pliegues de un carácter sereno.

Esperó al regimiento al pasar, pero Juan no se detuvo más que un instante; ¡llevaba un aire tan triste! Hace algún tiempo que el abate nota que Juan no tiene ya su alegría y buen humor de antes. Mas no se ha inquietado mucho, creyendo sería una de esas penas pasajeras de la juventud, que no interesan a un pobre cura viejo. Pero hoy la preocupación de Juan es muy notable.

Yo tenía un poco más de mundo que cuando estudiante, y pude comprender que la bella Hortensia se desentendía de toda preocupación moral y que no buscaba mas que prosperar y gozar. Satisfacer los sentidos y la vanidad. Su fama en Cádiz era un tanto equívoca. Don Ciriaco pensaba retirarse y quería que yo le reemplazara en el mando de la fragata; pero esta combinación no le gustaba a don Matías.