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No te inquietes, querida mía y el señor Aubry para tranquilizar a su esposa trató de afirmar la voz: estoy mejor. Pero quisiera acostarme. Jaime, hazme el favor de telegrafiar a Juan que venga inmediatamente; lo necesito. Y como Jaime comprendiera que su padre estaba agitado por una preocupación grave, se apresuró a tranquilizarlo.

Pero Miguel, juzgando aquello un sarcasmo precursor de los golpes, se oprimía aún más contra la pared, dirigiendo una mirada ansiosa á los lados para ver por dónde podría escapar mejor. ¡Te digo que no, hijo!... ¡Que no vengo á pegarte!... Quiero que seamos amigos y no se hable más de lo pasado. Á duras penas logró tranquilizarlo.

Roberto intenta tranquilizarlo, suponiendo que su error es hijo de alguna alucinación. El Condestable se serena algo, y pasa con su esposa la madrugada. El Rey se presenta de improviso, y reconviene al Condestable por haberse casado contra su voluntad. El Condestable sale en busca de Roberto, pero este último entra poco después con la Reina, que expresa el deseo de examinar su habitación.

Y deseoso yo de tranquilizarlo, dije chanceándome: ¡Ah! Por lo visto la historia es tan bien conocida aquí como entre nosotros. ¡Conocida! exclamó Sarto. Y como siga usted algún tiempo en el país no habrá en toda Ruritania quien la dude. Empecé a sentirme algo inquieto.

Le molestaba más, haciéndola estremecerse de cólera, la imagen de Celinda con el látigo levantado. Pero olvidó su rencor al ver que Ricardo acudía puntualmente, atendiendo el ruego que ella le había hecho al anochecer para que pasase la velada en su casa. Al notar que Watson miraba con inquietud las puertas del salón, creyó oportuno tranquilizarlo. Nadie vendrá.

Juana habíase apercibido más de una vez del mal humor con que su marido soportaba las asiduidades del señor de Lerne, pero fuerte en su conciencia, habíase preocupado poco de ello. Sin embargo, durante su permanencia en Dieppe, varias veces intentó mostrarle las cartas que recibía de Jacobo, a fin de tranquilizarlo respecto al carácter amistoso de sus relaciones.

Algunos minutos después, vinieron a avisar al joven que el enfermo lo llamaba; la señora Aubry intervino, inquieta: Mi querido Juan, si le hablas de asuntos esta tarde va a agitarse y no dormirá en toda la noche. No tema nada, querida señora, voy a tranquilizarlo; es mejor, casi, que lo vea antes de irme. Cuando haya concluido de explicarme todo, se encontrará más calmado.