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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Y pasada la embriaguez, lo repelía furiosa por sus asiduidades, extrañada de su insistencia, igual que un señor que se viese perseguido por una compañera de media hora, como si el encuentro fortuito y mercenario pudiese conferir derechos. ¡Ah, miserable! ¡Con qué risa cruel y dolorosa reiría Teri si pudiese conocer esta aventura grotesca! ¡El hombre en el que creían ver sus ojos de amorosa todas las perfecciones, tratado lo mismo que un objeto que se alquila!... Y le dolió más la posibilidad de esta burla desesperada que el imaginarse a Teri entre lamentos y lágrimas.
Diana estaba locuaz; continuó hablando, en tanto que María Teresa la seguía en silencio. Te lo aseguro, querida, Alicia está furiosa; no puede negar que eres tú la elegida. Al principio, estábamos siempre todas juntas, no se sabía todavía a cuál de nosotras se dirigirían las asiduidades del señor Martholl.
Sería prudente evitar sus comprometedoras asiduidades... Disculpe usted mi franqueza, Currita. Ya sabe que sólo hablo por servirla... ¡Y si estoy equivocado, perdóneme también!
Si de cuando en cuando me atrevo a razonar, el minuto que sigue me desilusiona y estoy como un alma en pena suspendida por los espíritus malignos entre un cielo y un infierno. Yo había acompañado a mi madre al castillo de Valency, donde debíamos encontrar la sociedad acostumbrada, y, por consiguiente, al señor de Montbreuse, cuyas asiduidades tienen, quizás, algo de notable.
¡Ah! murmuró sarcásticamente el joven Princetot. ¿Esto le extraña?... Aunque sabe usted disimular muy bien, le desagrada conocer que ha visto alguien su juego y ha descubierto el motivo de sus equívocas asiduidades. Mis asiduidades nada tienen de misterioso repuso el inspector general, levantando con indiferencia los hombros, y no tengo razón ninguna para esconderme cuando voy a Rosalinda.
Al hacer la corte a la madre evitaba el comprometer a la hija y su causa no perdía, al contrario, por ser defendida por un tercero. Con su imprudencia ordinaria, la buena señora no cesaba de hablar de «aquel buen don Raúl», y era imposible a la conciencia más timorata alarmarse lo más mínimo por sus asiduidades.
Jamás he conseguido hacerme comprender dijo . Los hombres son así: acuden todos al mismo tiempo cuando les gusta una señora y la aturden con sus asiduidades, quitándose el sitio unos á otros de tal modo, que la pobre se desorienta y acaba por no saber hacia dónde va su predilección.
Así saldrá usted pronto de aquí; le perderé de vista, que bien lo necesito; porque usted, apreciable niño, ya iba resaltándome pesado con sus asiduidades de adorador y su muda admiración de pegajoso. Allá en Madrid se curará de tales tonterías... No me diga usted que no; no haga juramentos. ¡Si sabré lo que son los jóvenes! Usted es igual que todos.
Pero ni el ceremonioso usted ni las razones de Luis convencían a la señora. Ella no podía seguir así. Ocupaba en la sociedad una posición muy equívoca; casi la igualaban con mujeres infieles; era objeto de declaraciones y asiduidades que la sublevaban; creíanla una joven alegre y fácil, sin cariño ni familia; iba de una parte a otra, como el Judío errante. Di, Luis, ¿es esto vivir?
Pues entonces, ¿para qué querías esa víctima? Yo no quería... ni dejaba de querer... no se trataba aquí de lo que yo quería, sino de lo que era. El Conde estaba asiduo conmigo, y yo, lo confieso, me complacía en sus asiduidades. No le amaba; pero sentía una satisfacción de amor propio en creerme amada por él. Esto me ha perdido. Vamos, hermana, tranquilízate. Nadie se pierde por tan poco.
Palabra del Dia
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