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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Es el caso que la duquesa, si tenía mucho por qué desesperarse, no tenía nada por qué acusarse, por qué avergonzarse. Ella no tenía la culpa absolutamente de aquello; ella no la había autorizado; es más, ella, hasta que vió el aderezo funesto sobre doña Clara y supo que el esposo de doña Clara era un Girón, no sabía, no podía imaginarse quién era el padre de aquel hijo completamente fortuito.

Esa persona no se atrevía a hacer nada que diera a suponer que tenía interés especial por la hija adoptiva de un pobre hombre y no el que debía esperarse de la bondad de un joven squire, al que un encuentro fortuito sugería la idea de gratificar con un pequeño presente al pobre viejo mirado por todos con benevolencia.

Pudiéramos hacer coro a los moralistas que dan a los acontecimientos más fortuitos el poder de trastornar la suerte de los imperios; pero si es fortuito el acertar un tiro de bolas sobre un general enemigo, no lo es que venga de la parte de los que atacan las ciudades, del gaucho de la Pampa, convertido en elemento político. Así, puede decirse que la civilización fué boleada aquella vez.

Y de pronto, como cuerpo muerto que un obstáculo fortuito ha detenido en su caída y rueda al abismo así que la valla cede y se rompe, las vitalicias se vinieron abajo estrepitosamente, dando rebotes sobre los puntos; y el oro alzó el vuelo y se plantó en el 350, sacudiendo sus alas orgullosas. Un clamor terrible se oyó, prolongado, ensordecedor.

Es justo reconocer que si la noble dama temía en su hijo un amor naciente causado por el azar de un encuentro fortuito, estaba lejos de suponer la gravedad de su conducta y de saber que era a su mujer legítima a quien había logrado introducir bajo el techo materno en calidad de institutriz.

Y pasada la embriaguez, lo repelía furiosa por sus asiduidades, extrañada de su insistencia, igual que un señor que se viese perseguido por una compañera de media hora, como si el encuentro fortuito y mercenario pudiese conferir derechos. ¡Ah, miserable! ¡Con qué risa cruel y dolorosa reiría Teri si pudiese conocer esta aventura grotesca! ¡El hombre en el que creían ver sus ojos de amorosa todas las perfecciones, tratado lo mismo que un objeto que se alquila!... Y le dolió más la posibilidad de esta burla desesperada que el imaginarse a Teri entre lamentos y lágrimas.

Y después, ¿cómo había de ser aquella cantante Lea Peralli, que había muerto en la calle Marbeuf dos años antes y cuya muerte expiaba Jacobo en la Numea? ¡Locura! ¡Ilusión! Encuentro fortuito que no podía tener ninguna consecuencia. Sensación que duraría el espacio de una velada y que se desvanecería en cuanto cayese el telón. ¡Ay!

No se las veía en las antesalas haciendo esperas, porque conocían las horas del despacho, y si se adelantaban por un caso fortuito, se paseaban en los corredores con aires de dueñas de casa, o formaban en la rueda de los ordenanzas y porteros, donde salpicaban los comentarios banales o los chismes corrientes, con la observación mordaz o el relato pimentado, recogido de "los mismos labios de los de la presidencia", "de los del Congreso" o de cualquier otro foco de fama indiscutible.

A lo que se presume, desde que doña Agustina empezó a mostrársele propicia, don Policarpo discurrió sobre poco más o menos de esta suerte: «No se comprende ni se explica cómo el proceso evolutivo del ser, aunque haya durado millones de años, por el concurso fortuito de los átomos, y por su fatal y ciego prurito y constante tendencia a la perfección, ha podido aparecer sobre nuestro planeta, después de prolongadísima serie de transformaciones, un mamífero tan primoroso y apetecible como doña Agustina, dotado, además, de claro entendimiento y de voluntad tan benigna y con el portentoso don de la palabra, que le sirve para transmitir las ideas agradables en contestación a las que salen de mi cabeza y a las voliciones de mi corazón.

Una visita de cumplimiento a Argicourt, donde tendría acaso la suerte de un encuentro fortuito, de una entrevista rápida, de una despedida trivial, y nada más. ¡Era poco! ¡Ah! tía Liette, tía Liette... No la acusaba, seguramente; debía de tener buenas razones... De otro modo, ¿le hubiera causado semejante pena con mala intención?

Palabra del Dia

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