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Actualizado: 24 de junio de 2025


A lo que se presume, desde que doña Agustina empezó a mostrársele propicia, don Policarpo discurrió sobre poco más o menos de esta suerte: «No se comprende ni se explica cómo el proceso evolutivo del ser, aunque haya durado millones de años, por el concurso fortuito de los átomos, y por su fatal y ciego prurito y constante tendencia a la perfección, ha podido aparecer sobre nuestro planeta, después de prolongadísima serie de transformaciones, un mamífero tan primoroso y apetecible como doña Agustina, dotado, además, de claro entendimiento y de voluntad tan benigna y con el portentoso don de la palabra, que le sirve para transmitir las ideas agradables en contestación a las que salen de mi cabeza y a las voliciones de mi corazón.

No lo decía y esquivaba la mirada de don Pablo, porque estaba segura que, si sus ojos se encontraban, entregaría su secreto sin resistencia; y don Pablo la preguntaba, la apuraba, espiando sus gestos, desmenuzando el sentido de sus palabras, cual si sospechara que algo había oculto y no quería mostrársele.

Fue feliz durante casi toda su vida, porque la Fortuna le halagó propicia, siendo para él en la juventud novia cariñosa, en la edad viril mujer amante y luego sumisa compañera; únicamente en la vejez, cuando creía tenerla más sujeta, comenzó a mostrársele rebelde, como hembra cansada de ser fiel mucho tiempo.

De lo que nadie tenía pleno conocimiento era de la precaria situación a que se veía reducido el ex miliciano mujeriego. La mudanza de tienda y calle no fue para él venir a menos, sino llegar a casi nada, por lo cual Carola empezó a mostrársele despegada y arisca, tanto como antes fue apasionada y pegajosa.

Mas cuando, por las circunstancias que quedan referidas, tuvo Jacobo que humillarse a ella y mostrársele rendido y avasallado, crecióse Currita al punto, y sin disminuirle en nada su íntima confianza, ni cercenarle tampoco los continuos y siempre indecorosos beneficios que le prodigaba, comenzó a dejarle sentir su yugo, a hacerle comprender que ella era allí la dueña absoluta, y a saciar su vanidad, primer elemento que en todos los actos de su vida y todos los sentimientos de su corazón entraba, presentándole a los ojos del mundo, vencido, sujeto y atado, como un hermoso rey prisionero, a las ruedas de su carro.

Palabra del Dia

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