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Y sin oponerme a los planes de nadie, ni levantar yo planes por mismo, me he quedado en el silencio, significando con él que no se debe poner mano sobre la paz y la vida de un pueblo sino con un espíritu de generosidad, casi divino, en que los que se sacrifican por él, garanticen de antemano, con actos y palabras, el explícito intento de poner la tierra que se liberta en manos de sus hijos, en vez de poner como harán los malvados, sus propias manos, en ella, so capa de triunfadores.

Paco no quería perjudicar a Mesía en sus planes, a los cuales tal vez obedecía en parte la fiesta de aquel día; pero encontró muy gracioso y picante el molestar al señor Magistral, si, como Visitación sospechaba, a este ilustre canónigo le disgustaba ver a la Regenta entregada al brazo secular de Mesía.

El Demonio es también el forjador de estos planes, esperando que la víctima elegida por él, pero firme siempre en su propósito, sucumbirá al cabo al doble empuje de la vergüenza, por una parte, y de la vanidad, por otra. Pero justamente el momento de su esperado triunfo lo es el de su humillación y su derrota.

Entónces, no puede abandonarse el espíritu á vanas abstracciones, no puede formarse sistemas fantásticos, puramente convencionales; preciso es que tome las cosas no como él las imagina ó desea, sino como son; de lo contrario, cuando haga el tránsito de la idea á los objetos, se encontrará en desacuerdo con la realidad, y verá desconcertados todos sus planes.

A pesar de que el testamento de la duquesa era terminante, Salabert no se dignó hablarles una palabra de intereses. Continuó disponiendo en jefe de su caudal, entregado a los negocios con absoluta tranquilidad. Su hija y su yerno la perdieron al ver esta actitud. Comenzaron a vivir agitados, a comunicarse a cada instante con violencia sus impresiones, a formar planes para provocar una explicación.

La protección, que le dispensaron dos grandes generosos, el conde de Lemos y D. Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, hicieron los más felices los últimos años de su vida, y le proporcionaron tranquilidad suficiente para realizar sus planes poéticos, como el de la continuación de la Galatea, la comedia El engaño á los ojos, dos obras desconocidas, el Bernardo y Las Semanas del Jardín, y la novela Persiles y Segismunda, única que nos ha conservado el tiempo.

Cuando el estado de la infeliz lo permitió, la llevaron, reclinada en una silla, al lado de la ventana, desde donde podía ver el colegio y la entrada del hotel. Trazaba a menudo agradables planes para el porvenir, en un imaginario hogar campestre. Incluso parecía que el pueblo le había caído en gracia; pero es de notar que el porvenir que bosquejaba era tranquilo y apacible.

»¡Oh! ¡Qué razón tienen los que dicen que el corazón de la mujer es un arcano! »Ayer pasamos todo el día ideando proyectos y trazando planes. Magdalena recobra poco a poco el buen humor a medida que su salud y sus fuerzas se restablecen. »Su padre se mira en ella. Ya he visto dibujarse en sus labios algunas sonrisas que han ensanchado mi corazón henchiéndole de gozo

Pero conoce bien la gramática parda. Le digo, por lo que pueda tronar, que es usted sobrino del señor Gemerediz, jefe de sección en el Ministerio de Gracia y Justicia. Le di gracias repetidas, y le prometí, a su instancia, que volvería por allí a comer con él. No me invitaba a almorzar, porque las horas de coro le desarreglaban todos sus planes. Me convencí de que no tenía cariño al coro.

que me lanzo; ¡ya lo creo!, de cabeza se decía a misma; muy satisfecha, contentísima por haber descubierto aquel venero de placeres que tanto iban a contrariar los planes del tío, que consistían, por lo visto, en ir robándola todo lo que ella y sólo ella tenía.