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La indita de saya azul da a gustar a la vaca mirona una de las tazas de coco abandonadas. Al pescante van Pedro y Adela: Lucía, menos contenta, a la imperial con Juan. Ya la casa de la finca, toda blanca, de techo encarnado, se ve a poca distancia.

En cambio acostumbraba a propinarse cuantos remedios absurdos le aconsejaban las muchas mujerucas que acudían diariamente a su casa para sacarle los cuartos con viles e hiperbólicas adulaciones. Así, que no cesaron las fricciones de sebo de carnero, las tazas de hortelana, la enjundia de gallina, etc., etc.

La gente se cansó de seguirla con los ojos, y fue esparciéndose por el paseo y el jardín de invierno, donde aguardaba el café humeando en las tazas. Ojeda entabló conversación con míster Lowe antes de volver a su mesa, ocupada ya por Maltrana.

En todas partes se fueron juntando las familias para defenderse, y haciendo ciudades en las rocas, o en medio de los lagos, que es lo que llaman ciudades lacustres, porque están sobre el agua las casas de troncos de árbol, puestas sobre pilares clavados en lo hondo, o sujetos con piedras al pie, para que el peso tuviese a flote las casas: y a veces juntaban con vigas unas casas con otras, y les ponían alrededor una palizada para defenderse de los vecinos que venían a pelear, o de los animales del monte: la cama era de yerba seca, las tazas eran de madera, las mesas y los asientos eran troncos de árboles.

Habia cuatro lámparas mayores que las demas suspendidas en la nave central: una pendia del domo en la parte de la mezquita donde se ponia el Koran, y era de mil cuatrocientas cincuenta y cuatro tazas ó mecheros.

Sin embargo, al cabo de un rato, observando la impaciencia de su amigo, traducida en vivos movimientos descompasados que hacían rechinar la silla y ponían en peligro inminente la botella del agua y las tazas de café, levantó los ojos hacia él, y una benévola sonrisa de compasión se esparció por su rostro reflexivo.

Del tubo del aparato de cobre para hacer café, cuyo vientre, bruñido y lustroso, reflejaba el fulgor rojo del fuego, se elevaba un ligero vapor azulado que volvía a bajar hacia la mesa, en nubecillas, empañaba el azucarero de plata y coronaba con un rocío las tazas de café.

María Teresa y Diana pasaban y volvían a pasar entre todos, ofreciendo tazas de chocolate, de , y en platos de cristal tallado, muffins, pastas, dulces, bombones, y, entretanto, las frases se cruzaban, los apartes se deslizaban. En cierto momento, con toda inocencia, Max Platel se aproximó a Huberto: La señorita María Teresa es una armonía viva dijo, mientras su mirada la seguía por el salón.

Hasta el desayuno que tomaron los seis, sentados en torno de una mesa redonda, tenía algo de exótico para los europeos de entonces, porque bebieron en hondas tazas, mezclada con leche y azúcar, una infusión de cierta hierba olorosa y salubre, que llamaban cha y que ya se traía a Portugal de los remotos reinos del Catay, que están mucho más allá del Indo y del Ganges.

Los dos criados que estaban antes en el recibimiento y un maître d'hôtel con cadena de plata y patillas de diplomático viejo parecían defender el tesoro del centro de la mesa, dignándose entregar únicamente lo que estaba en los bordes de ella. Servían tazas de , de chocolate, ó copas de licor; y en cuanto á comestibles, sólo avanzaban los platos de emparedados y galletas.