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El entusiasmo falta, y en vez de toda poesía, de todo arte, de toda emocion dulce, profunda, nueva, sorprendente, no se ve en toda la escena sino el instinto maquinal de la carne, el poder del hábito dominando la materia, pero jamas el corazon ni el alma de aquellos salvajes de la civilizacion. Ninguno de ellos goza bailando, porque la danza es una ocupacion necesaria como cualquiera otra.

La consideración de que Margaret había podido privarse de bailar durante cuatro semanas para casarse con Edwin conmovió á éste profundamente. «¡Adorable criatura!... ¡Imposible pedir mayor sacrificio!...» ¡Ay! ¡Cómo deseaba tenerla en sus brazos, de cinco á siete de la tarde, en cualquier hotel de las riberas del Atlántico ó del Pacífico, bailando al son de una orquesta de negros, cadenciosa y disparatada!

Los domingos cuando bailábamos en tu casa o en la mía, me sacaba más veces que a las demás, pero no se atrevía a decirme nada... A pesar de eso, una vez bailando, como estaba triste y hablaba poco, le pregunté si estaba enfadado, y él me contestó: «Yo no me enfado con nadie, y mucho menos contigo». Yo me puse colorada... y él también... Todos los días por la tarde iba a esperarme a la salida del colegio; se estaba paseando por delante hasta que yo salía y después me seguía hasta casa...

Hemos triunfado en el campo y hemos fracasado en las ciudades. ¿Hay nada más significativo? Porque las ciudades están dejadas de la mano de Dios. En Madrid, la juventud pasa su vida bailando bailes extranjeros, bebiendo bebidas extranjeras y cosa mil veces más nefanda leyendo libros extranjeros.

Por indicación del oficial, tiré una moneda al negro del tambor y grité recio: «¡Vamos, muchachas, una bamboula endemoniadaMe será difícil olvidar el cuadro característico de aquel montón informe de negros cubiertos de carbón, harapientos, sudorosos, bailando con un entusiasmo febril bajo los rayos de la luz eléctrica.

¡Qué lindo! dijo volviéndose a Maltrana, mientras el otro seguía bailando . ¡Qué hermoso pedazo de hombre!... Lástima que esté aquí. Ojeda, que permanecía cerca de ellos, pensó que era una suerte para su amigo que los reglamentos del buque no permitiesen al Emir dar un paso fuera de la proa.

El juego, bajo todas las formas posibles, era su sola ocupación; jamas leían con fundamento; y cuando la música de prima noche se hacia oír en los escotillones digerian la comida bailando rabiosamente la jota ó la cachucha, ó cantando en coro estrepitoso el himno de Riego.

Los músicos eran los regocijadores de la boda, que en diversas cuadrillas por aquel agradable sitio andaban, unos bailando, y otros cantando, y otros tocando la diversidad de los referidos instrumentos. En efecto, no parecía sino que por todo aquel prado andaba corriendo la alegría y saltando el contento.

La conversación de aquellos personajes versó sobre la salida de la escuadra, alternando con este asunto la relación de no qué baile o fiesta que ponderaron mucho, siendo uno de ellos objeto de grandes alabanzas por lo bien que hacía trenzas con sus ligeras piernas bailando la gavota.

Y termina el señor Cané su descripción de Fort-de-France con estas líneas en que trasmite la impresión que le causó un bamboula: «...Me será difícil olvidar el cuadro característico de aquel montón informe de negros cubiertos de carbón, harapientos, sudorosos, bailando con un entusiasmo febril bajo los rayos de la luz eléctrica.