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Con la lengua de fuera y los ojos entornados, asistió a la muerte progresiva de cuanto era brotación primaveral. La huerta se perdió rápidamente. El maizal pasó del verde claro a una blancura amarillenta, y a fines de Noviembre sólo quedaban de él columnitas truncas sobre la negrura desolada del rozado. La mandioca, heroica entre todas, resistía bien.

Lope asistió en seguida á la universidad de Alcalá, en donde estudió filosofía y matemáticas cuatro años largos ; pero estas ciencias no le agradaron, consagrándose á las secretas, y «siendo conducido por Raimundo Lulio á un intrincado laberintoDel prólogo que precede á las poesías de Tomé de Burguillos, parece deducirse que estudió también mucho tiempo en Salamanca.

En 27 de Mayo de 1576 celebróse en aquella casa una gran fiesta religiosa, á la que asistió el arzobispo, fiesta que la misma fundadora describió con muchos pormenores, y algunos días después salió de la ciudad, dirigiéndose á Castilla, donde prosiguió sus fundaciones.

Dejó aquella estancia por estar muy atrás mano y por no estar tan solo, contentándose con que le diesen lugar las guardas para entrar cuando quisiese a debujar el juicio de Micael Ángel, o de las cosas de Rafael de Urbino, sin ninguna dificultad, y asistió allí muchos días con grande aprovechamiento.

El arzobispo don Bartolomé María de las Heras no había gozado de esas mojigangas; y el primer año, que fué el de 1807, en que asistió a la procesión hizo, a media calle, detener las andas, ordenando que se retirase aquella mujer escandalosa que, sin respeto a la santidad del día, osaba pronunciar palabrotas inmundas. ¿Creerán ustedes que el pueblo se arremolinó para impedirlo?

El día de San José del año de 1838 asistió el autor á representaciones de este género en la villa de Canicatti, en Sicilia, hechas en un teatro provisional de madera, que al efecto se había levantado en la plaza. Famoso poeta alemán de fines del siglo XVI, y el último de los maestros cantores. Fué zapatero de oficio, gran reformista en religión, y de notable fecundidad.

Para mayor desdicha, en aquel funesto periodo del 70 al 80, los dos niños padecieron gravísimas enfermedades: tifoidea el uno; eclampsia y epilepsia la otra. Benina les asistió con tal esmero y solicitud tan amorosa, que se pudo creer que les arrancaba de las uñas de la muerte. Ellos le pagaban, es verdad, estos cuidados con un afecto ardiente.

Quien da algunas noticias, pero muy vagas y generales, es el P. F. Diego Murillo que escribió sobre las excelencias de Zaragoza, y asistió como religioso de S. Francisco al entierro del Justicia de Aragon D. Juan de Lanuza, decapitado en 20 de diciembre de 1591, pues al hablar de la ALJAFERÍA dice tan solo «que es palacio real, alcázar y casa de placer, que fué de los reyes moros, fundada por el Rey Abenalfage, que fué el 4.º de los que reinaron en Zaragoza, cerca de los años del señor 864.

Todas las noches al llevarle un vaso de agua azucarada podía observar, junto con el señor Le Bris, cómo disminuían la tos y la fiebre. Un día asistió al acto de desembalar una caja mucho mejor cerrada que la que él había traído de París. De ella vio salir un lindo aparato de cobre y de cristal, una pequeña máquina muy sencilla, y tan sugestiva, que al verla sentía uno no ser tísico.

La mujer que la asistió durante su agonía, me ha repetido después, una por una, todas aquellas palabras que pronunció continuamente: «Esposo mío... Hijos míos... Alfonso, Mariana, Cecilia, Eugenia, Sofía, Dios os bendiga. ¿Por qué no venís aquí para bendeciros yo también? ¡Alfonso!