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Correspondiente a esta actitud irracional, fue el saludo que le dirigieron los recién llegados, que no podían ya con los barajones ni con los propios cuerpos: una tempestad de injurias y de motes, y hasta de ladridos de los perros. ¿Por qué no te golvistes a tiempu, animal, más que animal? preguntóle uno.

¿En la postura que yo digo? ¡Quiá!; no, señor. Estoy de baile, como iba el domingo cuando usté nos encontró junto á la fábrica del gas. Por cierto que no quiso usted mirarme. ¡Como iba usted tan entretenida!... ¡Si éramos ocho ó nueve! ¡Pero qué nueve, Teresa! Parecían ustedes un coro de Musas. Usté siempre poniendo motes á todo el mundo.

Es muy singular el don que tiene Madrid, con ser tan grande en comparación con una aldea, para vulgarizar tipos, acreditar frases y poner motes. Lo que el marqués deseaba con tan descomedidas ansias, era un hijo varón; pero llegaron a pasar tres años, y lo deseado no venía. Al cumplirse los cuatro hubo grandes barruntos de algo. Pero ¿qué sería?

Anoche supe también lo que es «curarse», y me curé tan prolijamente, que aquí me tiene con una sed infernal y este adorno junto a un ojo... Pero no me arrepiento: ¡qué muchachos simpáticos! Da gloria tener amigos tan cariñosos. Unos me llamaban gallego, otros me apellidaban godo. ¿Ha notado usted qué variedad de motes amorosos gozamos los españoles en la América que habla español?

En el camino preguntó don Quijote al primo de qué género y calidad eran sus ejercicios, su profesión y estudios; a lo que él respondió que su profesión era ser humanista; sus ejercicios y estudios, componer libros para dar a la estampa, todos de gran provecho y no menos entretenimiento para la república; que el uno se intitulaba el de las libreas, donde pinta setecientas y tres libreas, con sus colores, motes y cifras, de donde podían sacar y tomar las que quisiesen en tiempo de fiestas y regocijos los caballeros cortesanos, sin andarlas mendigando de nadie, ni lambicando, como dicen, el cerbelo, por sacarlas conformes a sus deseos e intenciones.

Lo cierto es que a estos prontos, seguía un estado de irritabilidad tan grande, que andaba por la casa dando mordiscos a sus hermanos, a los criados, hasta a sus padres: a don Bernardino le sobajaba de lo lindo y a la madre la ponía motes irrespetuosos. Ya está atufada Angelita decía misia Gregoria, no hacerle caso y dejarla.

A todos los de la cárcel los traía azorados poniéndoles motes; a uno le llamaba mamoncillo; a otro que tenía un ojo torcido, virulento; al capellán de la cárcel, hopalandas... ¡Ni por un Cristo se quedaba nadie solo con él, y eso que le tenían con grillos!... A me quería mucho, como amigo verdadero. Yo era entonces un muchacho.

Los amos de las barcas se calientan el caletre buscando un nombre bonito para pintarlo en la popa. Una, la Purísima Concepción; otra, Rosa del Mar; aquélla, Los Dos Amigos; pero llega la gente con su manía de sacar motes, y se llaman La Pava, El Lorito, La Medio Rollo, y gracias que no las distingan con nombres menos decentes.

Además, le entusiasmaba hablar mal de los señores del coro, que le habían dado más de un pescozón cuando era monaguillo. Ponía motes a todos los canónigos, y señalándolos uno por uno a Gabriel, le contaba los secretos de su vida.

Cuando veía una higuera, la llamaba sauce; todos los chopos eran para él cipreses; las gallinas antojábansele palomas y no hubo jilguero ni calandria que él con la fuerza de su fantasía, no trocara en ruiseñor. Más de una vez le nombrar Pamela á su criada, y que únicamente dejó de llamar Clarisa á su lavandera señá Clara, cuando ésta manifestó que no gustaba de que la pusiesen motes.