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A pesar de lo dicho, se justifica el que yo llame Don al Sr. de Figueredo, porque, como al fin se casó con Rafaela que era española, y esta dio en llamarle mi D. Joaquín, todos los amigos y conocidos, y llegó a tener enjambres de ellos, aunque le suprimieron el mi, le dejaron el Don, y él acabó por ser universalmente donificado. Pero no adelantemos los sucesos.

Pepe entró en su casa de puntillas, abrió despacito, por no despertar a los que dormían, encendió la vela que a prevención dejaba Leocadia en una palomilla del pasillo, se entró a su cuarto y se acostó, pensando en los sucesos e ideas que le interesaban, en aquel recelo que le inspiraba su hermano, en el cariño que tenía a sus padres y en las complicaciones que temía.

El Ramayana, la Iliada y la Odisea, epopeyas que reflejan civilizaciones enteras, que llevan dentro de un mundo de ideas y costumbres, de sucesos, de noticias científicas é históricas, no tienen tantas páginas como ciertas novelas modernas. El mundo contiene ya tantas grandes y bellas, que se necesita una prolongada vida para leerlas todas.

Los sucesos políticos le obligaron á olvidar momentáneamente sus tristezas amorosas. El «viejo barbón» fué derribado de la presidencia de la República por varios generales, antiguos amigos de él y de Martínez.

Zoraida, aunque no entendía bien todos los sucesos que había visto, se entristecía y alegraba a bulto, conforme veía y notaba los semblantes a cada uno, especialmente de su español, en quien tenía siempre puestos los ojos y traía colgada el alma.

Por tanto, debo limitarme á refrescar en la memoria del lector los sucesos culminantes de la historia de Bélgica, algunos de los cuales, coincidiendo con las revoluciones de Francia, demuestran la solidaridad que las ideas, maduradas y difundidas por el tiempo, establecen entre los pueblos, por mas que los separen diferencias de raza y tradiciones.

La favorecieron muy poco los sucesos para que pudiese volver al estado en que la dejaron los Abd-el-rhamanes.

Ocurrían graves sucesos, y la pelotera que Butrón sostenía con su mujer reconocía en ellos su origen. Pavía había dado el golpe de 3 de enero, derrumbándose la república parvulita al eco de tres o cuatro tiros disparados al aire en los pasillos del Congreso.

El abuelo don Horacio, que estaba bien enterado, habló muchas veces a su nieto de tales sucesos. «La Papisa» sólo había querido al padre de Jaime.

Pero los más avisados prescindían de suposiciones y comentarios, limitándose a decir que sólo se sabría la verdad cuando el coronel Sarto tuviese a bien revelarla. Así charló Juan hasta que lo despedí, y me quedé solo, pensando no en lo porvenir, sino, como sucede a menudo después de las grandes crisis, en los sucesos de aquellas últimas semanas, pasándoles mental revista con verdadero asombro.