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Después se saca y pone a remojar cuatro horas; se lava bien y se cuece con agua abundante, vino blanco, hinojo, laurel, perejil, tomillo, cebolla y zanahoria; se cuece cuatro horas, se pela y se pone en un intestino bien limpio: se ata, se unta con sangre líquida o un poco carmín, y se pone a secar. Se escalda, se deja enfriar, y para darle brillo se le pasa una pluma manchada de aceite.

Iban llegando ya los curas de las inmediaciones, y en el atrio, tapizado de hierba, se oía al gaitero templar prolijamente el instrumento, mientras en la iglesia el hinojo, esparcido por las losas y pisado por los que iban entrando, despedía olor campestre y fresquísimo.

Los aromas penetrantes del tomillo y del hinojo embalsaman y purifican el ambiente. Lo mejor y más florido de estos terrenos pertenecía a la Compañía. Separada de la aldea como unos trescientos pasos y en el centro de un parque se levanta soberbia fábrica de piedra. Es la habitación del director y el centro administrativo de las minas.

ACEITUNAS. Después de tenerlas quince días en agua y cambiar ésta una vez al día, se ponen con una ligera disolución de potasa; dos días después se lavan bien con muchas aguas, y vuelven a dejarse cinco días con agua, cambiándola todos los días; pasado este tiempo se ponen en una vasija con agua, sal, hinojo, alcaravea y ajedrea; se tapan bien, y pasados algunos días podrán servirse.

Desde el fondo de la gran zanja subieron un poco por escabroso sendero, abierto entre rotas piedras, tierra y matas de hinojo, y se sentaron a la sombra de una enorme peña agrietada, que presentaba en su centro una larga hendija. Más bien eran dos peñas, pegada la una a la otra, con irregulares bordes, como dos gastadas mandíbulas que se esfuerzan en morder.

La tierra exhalaba con calma su aliento perfumado preparándose a dormir. Del cielo bajaba un silencio grave, solemne, que sólo interrumpía la sonoridad de sus pasos, el leve resoplido de los caballos. Los cascos de éstos al pisar las yerbas aromáticas, la mejorana, el hinojo, la yerbabuena, el romero, alzaban vapores penetrantes que les embriagaban produciéndoles un vértigo feliz.