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Roseta se mostraba tranquila: había conocido á su compañero apenas la saludó. Era Tonet, el nieto del tío Tomba, el pastor: un buen muchacho, que servía de criado al carnicero de Alboraya, y de quien se burlaban las hilanderas al encontrarle en el camino, complaciéndose en ver cómo enrojecía, volviendo la cara, á la menor palabra.

Temía ser sorprendido durante el sueño. Apagó la luz y fumó en la obscuridad, complaciéndose en el latido del pequeño tizón del cigarro, que se ensanchaba con sus chupetones. Tenía la escopeta cerca y el revólver en la faja, pronto a hacer uso de ellos al menor movimiento de la puerta.

Su aspecto, su ademán, todo en ella denunciaba la completa enajenación del ánimo, y su mirada se perdía en dulcísimas lejanías, llenas de ensueños peregrinos. En un ser concentró todos sus anhelos, todas las vagas aspiraciones de su alma candorosa y primitiva, complaciéndose en adornarlo con las perfecciones y bellezas que en la suya propia se anidaban.

Esta devoción no les impedía que riesen cantando, y por lo bajo, entre oración y oración, se insultasen y apalabrasen para darse cuatro arañazos á la salida, pues estas muchachas morenas, esclavizadas por la rígida tiranía que reina en la familia labriega y obligadas por preocupación hereditaria á estar siempre ante los hombres con los ojos bajos, eran allí verdaderos demonios al verse juntas y sin freno, complaciéndose sus lenguas en soltar todo lo oído en los caminos á carreteros y labradores.

Cuando la condesa entró en su boudoir, presentaba este un aspecto siniestro: la lámpara agonizaba en manos del negro, cuyos blancos dientes de marfil incrustado resaltaban en la oscuridad, como la sonrisa del genio del mal, complaciéndose en las tinieblas.

Recetó; censuró también a don Víctor por su intempestiva ausencia; dijo que un loco hacía ciento; que Frígilis sabía tanto de darwinismo como él de herrar moscas; dio dos palmaditas en la cara a la Regenta, complaciéndose en el contacto; y cerrando puertas con estrépito salió, no sin despedirse hasta mañana temprano, desde lejos.

La fantasía encendida del mancebo no dejaba de recorrerlas una á una, complaciéndose y recreándose en ellas, y adornándolas con los detalles más inefables y primorosos. Una tarde reciente le había dicho la condesa echándole los brazos al cuello: «Escucha, Octavio; tengo miedo, mucho miedo de perderte. Vivo en continuo sobresalto, que amarga y emponzoña los instantes felices que paso á tu lado.

¡Haré lo que quiera! gritaba, complaciéndose en escuchar su propia voz entre el fragor de la tempestad . ¡Ni muertos ni vivos mandan en !... ¡Toma!... ¡para mis nobles ascendientes!... ¡Toma!... ¡para mis antiguas ideas, para todos los Febrer!... Repitió varias veces el indecoroso ademán con una alegría de pilluelo.

Lo demás lo regalaba a Pep y la escopeta a su hijo, riendo del gesto del pequeño seminarista ante este presente, que llegaba algo tarde... Ya cazaría, con ella cuando fuese cura de uno de los cuartones de la isla. Volvió a sacar del bolsillo la carta de Valls, complaciéndose en leerla lentamente, como si cada vez encontrase en su texto nuevas noticias.

Además, Millán tenía buenísima índole y, como complaciéndose en ello, dejaba ver que, si en cosas de fuerza estaba la ventaja de su parte, en todo lo restante era de Pepe la primacía.