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Y había tal sinceridad en esta confesión de amor, que Leonora, cada vez más conmovida, se aproximaba a él, caminaba pegada a su cuerpo sin darse cuenta y sonreía levemente, repitiendo su frase, mezcla de afecto maternal y de lástima. ¡Pobre Rafael!... ¡Pobrecito mío! Habían llegado a la verja que daba entrada al huerto. La avenida estaba desierta.

Vibrante y limpia nota seré para tu oído; Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido, constante repitiendo la esencia de mi fe. ¡Mi patria idolatrada, dolor de mis dolores, querida Filipinas, oye el postrer adiós! Ahí te lo dejo todo: mis padres, mis amores; voy a do no hay esclavos, verdugos ni opresores; donde la fe no mata, ¡donde el que reina es Dios!

Y el gran orador, como un caballo cansado, pero de buena sangre, sacaba nuevas fuerzas y emprendía otra vez la carrera, falto de espacio para galopar, volviendo sobre sus pasos, repitiendo lo que ya había dicho un sinnúmero de veces, resumiendo la media docena de ideas desenvueltas en cuatro horas de sonora charla. Los buenos discursos se apreciaban reloj en mano.

Juanito viose detenido por la masa apiñada ante el tablado de los bailes populares. Sonaba el agudo cornetín repitiendo monótonamente la contradanza moruna o acompañando las voces de los cantadores, y a su compás saltaban sobre el tablado las parejas de bailarines, que de lejos parecían polichinelas. En aquel lugar bifurcábase la corriente del gentío.

Repitiendo lo que ella decía, aunque modificándolo para no proferir una blasfemia, podemos asegurar que la Naturaleza, no Dios, se burló de ella. Poco después de las últimas escenas de esta historia se retiró á un convento, y allí tenía opinión de santa, á lo cual contribuyó mucho la catalepsia.

A la vista lo demas. De V. Ex.^a Sieruo. Ant. Perez. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 97. Colección Morel Fatio, núm. Aun á los vicios extendió la vanidad el Peregrino, aludiendo frecuentemente á los favores que tenía recibidos ó recibía de las damas. En las cartas con tanta fruición preparadas para la imprenta, no sentía empacho repitiendo, como en la presente, que ha hecho vida licenciosa.

Para realizarlo se acomodaba en la vasta mesa, no lejos del fuego del hogar, cebado por Sabel con gruesos troncos; y cogiendo al niño en sus rodillas, a la luz del triple mechero del velón, le iba guiando pacientemente el dedo sobre el silabario, repitiendo la monótona salmodia por donde empieza el saber: be-a , be-e , be-i .... El chico se deshacía en bostezos enormes, en muecas risibles, en momos de llanto, en chillidos de estornino preso; se acorazaba, se defendía contra la ciencia de todas las maneras imaginables, pateando, gruñendo, escondiendo la cara, escurriéndose, al menor descuido del profesor, para ocultarse en cualquier rincón o volverse al tibio abrigo del establo.

Volvió Nepomuceno cuando se levantaban de la mesa; se despidieron todos de Emma, repitiendo las bromas, recomendándole tales y cuales precauciones Körner, y aun Sebastián, que tenía una experiencia que no se explicaban las chicas de Ferraz en un solterón; y todas las vírgenes, Marta inclusive, se ofrecieron de allí para en adelante a servir a la amiga enferma, de enfermedad conocida, en todo lo que fuera compatible con el estado a que todas ellas todavía pertenecían.

Y al decir esto, levantándose como una pulga del pavimento de la estancia, dando otra cabriola, haciéndole una higa al Sultán, y dando cuatro papirotes a los más graves del cónclave o diván, se deslizó por entre las guardias, repitiendo siempre: A la Sultana nadie la cura, si no es el rey de la locura.

Esto enseñaban a Lázaro, y así lo admitía él. , se decía; Dios y el hombre.... El cielo y la tierra.... El bien y el mal.... Entre ambos la religión, el sacerdote, el soldado de las grandes peleas, el profeta que anuncia la aurora del porvenir, el eterno apóstol que, repitiendo la frase de San Pablo, dice a todos los pueblos de la tierra: «Hermanos, sois llamados a la libertad