United States or Taiwan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sabel, , señor, anda en eso.... Con el gaitero de Naya, el Gallo.... Por de contado se empeña en irse para su casa, así que les echen las bendiciones.... Sintió Julián un sofocón de pura alegría. No pudo menos de pensar que en todo aquel negocio de Sabel andaba visiblemente la mano de la Providencia. ¡Sabel casada, alejada de allí; el peligro conjurado; las cosas en orden, la salvación segura!

No así al gaitero, que era de suyo más torpe; pero, en cambio, sabía tocar el «Ay, ay, ay, mutillac», el cual aire se aceptó para rigodón, baile que ni de oídas conocía el violinista.

Höel quiere obligar al gaitero Corentino a buscar el tesoro en el fondo del precipicio; de nuevo el cielo se encapota, y entonces aparece otra vez el terrible Meyerbeer, el genio de los Hugonotes y Roberto el diablo, que sabe describir con las ocho notas del pentagrama toda la rabia de los elementos y todos los furores del corazón.

Iban llegando ya los curas de las inmediaciones, y en el atrio, tapizado de hierba, se oía al gaitero templar prolijamente el instrumento, mientras en la iglesia el hinojo, esparcido por las losas y pisado por los que iban entrando, despedía olor campestre y fresquísimo.

Dos mocetones, armados de escopetas, abrían la marcha haciendo fuego, y un ciego gaitero acompañaba con su ronco instrumento al señor cura en sus cánticos, á los que contestaba todo el pueblo, de vez en cuando con un fervoroso «ora pro nobis».

El órgano, como si hubiera oído llover, en cuanto terminó el presuntuoso Arcediano, soltó el trapo, abrió todos sus agujeros, y volvió a regar la catedral con chorritos de canciones alegres, el fuelle parecía soplar en una fragua de la que salían chispas de música retozona; ahora tocaba como las gaitas del país, imitando el modo tosco e incorrecto con que el gaitero jurado del Ayuntamiento interpretaba el brindis de la Traviata y el Miserere del Trovador.

Descartarse de la hija lo tenía él por importante; en cuanto al padre.... Verdad es que la hija no se marchaba tampoco; pero se marcharía, ¡no faltaba más! ¿Quién duda que se marcharía? Tranquilizaba a Julián una señal en su concepto infalible: el haber sorprendido cierto anochecer, cerca del pajar, a Sabel y al gallardo gaitero entretenidos en coloquios más dulces que edificantes.

Para teatro de la fiesta se eligió una pradera separada de la romería por un regato, ó por un seto transparente, pues sobre este punto tampoco están las crónicas muy de acuerdo, y para orquesta se ajustaron, por horas, un violinista y un gaitero trashumantes, de los muchos que había en la romería, y acaso los únicos que á la sazón se hallaban desocupados.

Detúvose el grupo; el gaitero, vestido de pana azul, en actitud de cansancio, dejando desinflarse la gaita, cuyo punteiro caía sobre los rojos flecos del roncón, se limpiaba la frente sudorosa con un pañuelo de seda, y los reflejos de la paja ardiendo y de las luces que alumbraban la casa del cura permitían distinguir su cara guapota, de correctas facciones, realzada por arrogantes patillas castañas.

El gaitero y tamborilero ocupaban su sitio de honor en la tribuna, y el cohetero, rodeado siempre de un enjambre de chicos, se mantenía en lugar apartado con un haz de cohetes en la una mano y una mecha encendida en la otra, grave, inmóvil, silencioso, bien persuadido de su alto y principalísimo destino. Salió por fin el clérigo oficiante, seguido del diácono y subdiácano.