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Fuése en busca de ellos y encontró á muchos en la puerta del casino subiendo á los coches, con el deseo de huir de allí cuanto antes, como si el suelo les quemase las plantas. En el desorden de la fuga parecían marchar á tientas, sin fijarse en él. Dentro del casino encontró al Chiquito tendido en una banqueta, envuelto en una manta, sudoroso y pálido, con el aspecto de un niño poseído de terror.

Desde el momento que llega rodando una pelotilla, abre las dos alas y se pone a gritar como un poseído después, disputando a derecha e izquierda con los otros, procura hacer salir a aletazos la bolita del campo de batalla para tomar posesión de ella, con toda comodidad, mientras sus camaradas cambian todavía entre ellos furiosos picotazos.

Un padrino aprobaba; otro torcía el gesto, poseído de súbita belicosidad. No habían ido hasta allí para oír sermones. Que disparasen pronto las armas, y a escapar, antes de que pudieran sorprenderles. Los dos argentinos se miraban en lo alto del peñasco. ¡Pucha! ¡y qué bien habla el gallego!

De muchos de ellos tenía noticia, pero era vaga, incompleta y a veces falsa, como que procedía de las citas de los libros que había manejado en el seminario. Al estudiarlos ahora en sus fuentes se sintió poseído de una admiración que semejaba al estupor. La grandeza, la perfección maravillosa de algunos de estos sistemas parecía insuperable y fascinó su alma.

Por este motivo es tan temible la venganza cuando obra en nombre del celo por la justicia. Cuando el corazon poseido del odio llega á engañarse a mismo, creyendo obrar á impulsos del buen deseo, quizas de la misma caridad, se halla como sujeto á la fascinacion de un reptil á quien no ve, y cuya existencia ni aun sospecha.

Vuelve a mirarla decía el cazador . Aquí donde la ves, se mantiene con quince céntimos de queso cada dos días. El recuerdo de otra joya que había poseído, el famoso perro Puesto en ama, conmovía al Mosco.

Á este pensamiento acudían á todas mis angustias y me sentía poseído por una viva curiosidad. Poco me importaba ya la cantante; lo que yo deseaba era saber quién era su compañero, aquel francés que me conocía y cuya presencia debía, por sola, aclarar la situación. Llegados al palco, Pector me dijo: ¿Nos quedamos? La verdad es, respondí, que me duele un poco la cabeza.

Pasado algún tiempo confesó que nunca se había sentido tan poseído y que una voz secreta le había murmurado al oído: ¡Marenval, ahí tienes un asunto asombroso, en el que puedes ser el héroe!... Cuando Cristián terminó, Marenval recobró el uso de la palabra y estalló como una caldera cuyas válvulas han estado demasiado comprimidas. Pues bien, Tragomer, no siento el empleo de esta velada. ¡Oh!

¿Había Eva perdido completamente el conocimiento? ¿Vibró en su oído aquella llamada apasionada? ¿Vio a través de sus párpados cerrados aquella cara alterada e inclinada ansiosamente sobre la suya? ¿Adivinó la angustia de aquel corazón poseído por ella y que quería en vano defenderse? Un fugitivo rubor coloreó sus mejillas y una sonrisa pareció dibujarse en sus labios.

Cuando a mediodía quedó solo Febrer, sintióse poseído de un deseo belicoso, de una agresividad que le hizo mirar durante largo rato el trozo de muro del que pendía la escopeta. Al pie del promontorio, en la playa donde estaba varada la barca del tío Ventolera, sonó la voz de éste cantando la misa. Febrer se asomó a la puerta, llevándose las dos manos a la boca en forma de bocina para gritarle.