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Me arrepiento sinceramente de ello; ésa es la única falta que tengo que reprocharme; y por eso es que imploro vuestro perdón. ¡Perdón! ahora veremos. ¿Permaneció mucho tiempo Federico con Elena? Dos o tres minutos, señora. Tanto tiempo, ¿y qué le dijo? No lo , señora. ¿Y ella no os llamó? Creo que , señora, pero yo no la . ¡Hipócrita, no le oisteis y estabais a diez pasos de distancia!

Yo, que estaba arrobada, les decía Á los reyes de España: «Dios os guarde, 1970 Y extienda vuestra heroica monarquía Del clima helado á el que se abrasa y ardeCuando veo que dice: «Isabel mía,» Á mi lado don Juan; y tan cobarde Me hallé á los ecos de su voz, que luego 1975 Fué hielo el corazón, las venas fuego. «Traidor, respondo, tus iguales mira; Que yo soy una pobre labradora.» Y diciendo y haciendo, envuelta en ira, Sigo la puente, y me arrepiento agora: 1980 Verdad es que le siento que suspira Tal vez desde la noche hasta el aurora; Mas recelo, si va á decir verdades, Lo que se sigue á celos y amistades.

Pues entonces, que se la lleve a usted el demonio gritó el clérigo con gesto de menosprecio. Le diré a usted... yo me arrepiento; pero... Qué peros ni qué manzanas... manifestó Rubín, manoteando con groseros modales . Reniegue usted de su infame adulterio; reniegue también del hombre malo que la tiene endemoniada. Eso... ¿Eso qué?... ¡Vaya con la muy...! Y me lo dice así, con ese cinismo.

Era doña Inés López de Roldan personaje de carácter tan enrevesado y complejo, que a menudo me arrepiento de haberla sacado a relucir como una de las dos heroínas de esta historia, porque hallo difícil describirla bien y transmitir a mis lectores concepto igual al que tengo formado de ella, investigando y dilucidando con claridad el móvil de sus pasiones y de sus actos.

Yo no soy cura cortesano, ni clérigo palaciego, ni he venido aquí para medrar de mala manera... ¡Señor Resmilla! ¡Francamente, señora Condesa! No sirvo para tales cosas. Hasta me arrepiento de lo que he hecho. Disponga Vd. de mi plaza de capellán para los que aceptan tales ofertas. Aquí todo es mezquino. Estoy de estas pequeñeces hasta por cima de los pelos.

Ni mi cuerpo me pertenece; está vendido por tres años, quizá por toda la vida, que no es mucho decir, puesto que nuestra vida es corta. No, no me hable usted de penitencia. No sólo no me arrepiento, sino que no tengo vergüenza ni conciencia. Que me digan que me quede en cueros, y me quedaré. Que me digan que escupa a la cruz, y escupiré. Kravchenko empezó de pronto a llorar.

En vista de esa terquedad dijo la marquesa esforzándose en no llevar la cuestión a un terreno dramático y en huir de las declamaciones me arrepiento de haber hecho a usted la justicia de creerla sincera y sin malicia. Una vez para siempre digo a usted que de los dos niños de mi infeliz hija, la hembra murió, el varoncito vive y está a mi lado.

Su Divina Majestad, si hago una vida santa, si me arrepiento, si me mortifico durante el noviciado, me dará fuerzas y merecimientos después para tomar el velo, sin que sea insolente audacia tomarle. Nada he dicho aún á nadie de esta reciente resolución; pero estoy decidida.

Juana, pobre mujer envilecida, que arrastrando su espíritu en el cieno, pasó la triste vida vendiendo por amor letal veneno; cabeza hermosa, donde de seguro no brotó nunca pensamiento puro, y que ignorando el bien que poseia, vendia, por un poco de dinero, en público mercado, el placer más inmundo, si es vendido, el mayor y más dulce, si es ganado; próxima al duro instante de la triste agonía, á un padre confesor agonizante con anhelosa voz así decia: «Padre: yo de mis culpas me arrepiento »y pido á Dios perdon de mi impureza; »miradme bien al rostro, que no miento.» Y levantando la cabeza en tanto, fijaba sobre el fraile macilento una mirada de ansiedad y espanto; y al ver que nada el fraile le decia, con ansiedad creciente proseguia: «

No estés enfurruñado conmigo dijo Juanita, tuteándole por primera vez . Yo estaba celosa de doña Agustina y enojada contra ti con tan poca razón como estás ahora enojado; yo quería darte picón. Soy leal. Confieso mi culpa y me arrepiento de ella. Es cierto; provoqué a don Andrés sin reflexionar lo que hacía. Perdónamelo. Me besó por sorpresa, pero lo rechacé con furia.