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El entierro de mi padre fue muy modesto por cierto; murió por la madrugada, y durante todo el día me tuvieron encerrado en el cuarto en que me habían puesto, sin dejarme salir de él.

Tan grande como era decían . ¡Pobre! ¡Quién había de decir que tendríamos que asistir a su entierro, nosotros que le hemos conocido de niño! El cortejo tomó el camino de Zaro y allí tuvo fin la triste ceremonia.

Inútilmente se cansaba el regente del reino, arzobispo de Toledo, para hacerla viajar de dia, sin el cuerpo de su esposo; todo era en vano: de suerte que no habia otro recurso que repetir todas las noches el entierro. Asi caminaron hasta entrar en Tórtoles, poblacion donde tuvo su padre el gusto de abrazarla.

Cuando la mestiza se marchó, aún se mantuvo Elena junto á la ventana viendo á los transeúntes, cada vez más numerosos, según avanzaba el ocaso. Se apartó de los vidrios al pasar algunos grupos de trabajadores á caballo ú ocupando carruajes alquilados en Fuerte Sarmiento. Volvían indudablemente del entierro del contratista. Todos, antes de alejarse, miraban de reojo la casa.

Fortunata vio largo rosario de coches como culebra que avanzaba ondeando; y al mismo tiempo otro entierro subía por la rampa de San Isidro, y otro por la de San Justo. Como el viento venía de aquella parte, oyó claramente la campana de San Justo que anunciaba cadáver. «Estará con su papá pensó ella , y aunque al volver me vea, no ha de decirme nada».

Hablé para hombres dijo Toledo con orgullo , para hombres estropeados por la guerra; un público de héroes... No ha habido en el entierro una sola mujer. Esto fué lo más interesante para el príncipe: «Ni una mujer.» Y volvió á preguntarse una vez más qué sería de Alicia. Al caer la tarde, cuando estaba paseando por sus jardines, vió venir á lady Lewis precedida del coronel.

Hízose todo el oficio de su entierro con gran solemnidad, con excelente música de la Capilla Real, con la dulzura, y compás, y el número de instrumentos y voces que en tales actos, y de tanta gravedad se acostumbra.

Parece que no es muy dichosa con su marido la pobre vizcondesa, ¿es cierto? ¿Qué mujer es dichosa con su marido, mi buena Eva? Y si no, vea qué bien se entienden los Laubécourt, que son nuestros compañeros de temporada. Es verdad, he notado que tienen siempre los dos caras de entierro... ¡mire usted que algunas mañanas en el almuerzo! ¡Algunas mañanas! ¡Y peor algunas noches!

Aquello no era hijo: era un diosecito que engendramos á medias el Padre Eterno y yo.... ¿No creen ustedes que debo hacerle un entierro magnífico? Ea, ya es de día. Que me traigan muestras de carros fúnebres... y vengan papeleta negras para convidar á todos los profesores

Ahora no... ahora no... Quien no te conoce que te compre... Al extremo a que han llegado las cosas, me parece que no debo intervenir ya, ni tomar vela en ese entierro. Sería hasta indecoroso para . Resultaría... así como cierta complicidad en tus crímenes.