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Actualizado: 15 de junio de 2025
No estés triste... Voy a inclinar mi frente, para que en ella escribas tu pregunta en un beso. Un silencio doliente responderá con vivas ternuras hechas verso. No estés triste... Yo callo porque quiero que tú, en la sinfonía del silencio sagrado, percibiendo el lijero temblor del alma mía, me sientas a tu lado.
Y ella, apagando su ira, que horrenda y aterradora brillaba en sus negros ojos, y con dulce y cadenciosa voz, que doliente imploraba, apenada y melancólica, ¡Ved, señor, que éste es mi hijo y que es mi esperanza sola! exclamó; y el fiero xeque, con voz terrible, espantosa, en que vibraban heridas las fibras de su alma rotas, ¡Maldito! exclamó ¡maldito! y huyendo, la calle lóbrega ganó, se perdió por ella, y con voz triste, medrosa, ¡Maldito! repitió un eco que surgió de entre la sombra.
Con un ¡ay!, arrancado, al parecer, de lo íntimo de su corazón, dio fin a su canto el Caballero del Bosque, y, de allí a un poco, con voz doliente y lastimada, dijo: ¡Oh la más hermosa y la más ingrata mujer del orbe! ¿Cómo que será posible, serenísima Casildea de Vandalia, que has de consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y en ásperos y duros trabajos este tu cautivo caballero? ¿No basta ya que he hecho que te confiesen por la más hermosa del mundo todos los caballeros de Navarra, todos los leoneses, todos los tartesios, todos los castellanos, y, finalmente, todos los caballeros de la Mancha?
Morena, menuda, nerviosa, con su aire impenetrable de joven esfinge, su mirada que alguna vez interrogaba pero no respondía nunca, sus ojos absorbentes. Eran los ojos más admirables y menos seductores que jamás vi, el rasgo más impresionante de la fisonomía de aquel joven ser sombrío, doliente y altivo.
Detrás de la imagen arcaica desfilaba lo más interesante de la procesión: el ejército doliente de los que deseaban hacer pública su gratitud al Señor del Milagro por los favores recibidos. Eran «chinitas» de juvenil esbeltez y frescura jugosa, con una vela en la diestra y un manto negro sobre la falda hueca de color vistoso y amplios volantes.
Por último, inclinándose hacia el maestro, sin bajar la mirada, con tono pausado y casi doliente, repuso: A las vegadas, yo mesmo pienso que Dios lo quiere, como dice vuesa merced, y me lo expresa arrancándome allá del abrazo de la muerte, mostrándome aquí las bajezas del mundo y la vanidad de todas las glorias humanas, o hablándome con el ruego de mi madre, como acaba de hacello.
El administrador mostrábase tardo y doliente en sus remesas. Jaime le pedía dinero, y contestaba con cartas quejumbrosas, hablando de intereses que había que satisfacer, de segundas hipotecas para las cuales apenas encontraba prestamistas, de irregularidad de una fortuna en la que no quedaba nada libre de gravamen.
Teme, y envia á convocar la gente Que sella con la blanca cruz el pecho, Porque en su fuerza su valor se aumente. A cuya imitacion Apolo ha hecho Que los famosos vates al Parnaso Acudan, que está puesto en duro estrecho. Yo, condolido del doliente caso, En el ligero casco, ya instruido De lo que he de hacer, aguijo el paso.
Le veía inclinado con afanoso interés sobre el padrino doliente; le veía alegrando siempre la sala silenciosa del palacio con el repique sonoro de sus espuelas y la jovial resonancia de su risa saludable...; le veía amable y servicial con los pobres del contorno, con los criados de la casa; siempre amoroso y complaciente con ella, la hija del misterio, convertida entonces en reina de un hogar.
En ella se queda la desventurada, exclamó poniéndose de pie y dando un hipido el señor Ginés de Sepúlveda, y ya, señora, que veis que de vos tan mal aventurado me aparto, y tan castigado y doliente, acordaos de mí en vuestras oraciones, que puede ser que Dios os oiga, y por vuestro ruego la paz del alma me vuelva que he perdido.
Palabra del Dia
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