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La harina, que salía como humo de los granos molidos, flotaba en el aire de la casa, blanqueando todos los objetos con su fino polvillo; las telarañas colgadas en las vigas del techo estaban rotas por el peso que las cargaba y se balanceaban como blancos cordajes; las huellas de nuestros pasos se marcaban en negro sobre el piso.

Y siéndolo, ¿habría nacido la misma idea entre los dos primos, a fuerza de cartearse y de cambiarse los retratos... o por obra de ciertos diablejos desocupados que se divierten trayendo y llevando por los aires e ingiriendo en este oído y en el otro el rumor de las confidencias más secretas, y hasta el polvillo de los pensamientos mejor guardados?

A cada momento ofrecíale a Ramiro en sus dedos, cargados de sortijas, algunas alcorzas; y ella a su vez reía y reía al morderlas, reía como una mujer semibárbara, con cierta animalidad incomprensible y deliciosa; mientras sus pestañas, larguísimas e inquietas, parecían desprender ilusorio polvillo de lujuria y de nigromancia.

Quiero saber lo que es eso dijo con resolución. Pero se entenebreció su gesto, se juntaron sus cejas, y un fulgor azulado animó el polvillo de oro de sus pupilas. No, bruto mío; no me hagas caso: no lo intentes. Saldrías perdiendo. El consejo era justo, y Gallardo tuvo ocasión de acordarse de él.

Esta corriente atmosférica hacía caer á veces en los vasos de los parroquianos moscas secas procedentes del verano anterior, escamas de pellejo del culebrón y un polvillo sutil, mezcla de su relleno vegetal y del arsénico empleado por sus preparadores para impedir que se pudriese.

Había góticos terciopelos que se plegaban angulosamente, terciopelos acartonados y finos del tiempo de Isabel y Fernando, donde una línea segura iba inscribiendo el tenue contorno de una granada sobre el fondo verde o carmesí; donosas telas de plata que parecían aprisionar entre la urdimbre un viejo rayo de luna; brocados y brocateles amortecidos por el polvillo del tiempo, a modo de vidrieras religiosas.

Poca cosa: curarle una herida, bastante grave. ¿Aquella cicatriz que tiene que le cruza la mandíbula? Justamente. ¿Es usted médico? De afición.... Y por casualidad. Calló Artegui, y no osó inquirir más Lucía. El calor iba en aumento, más pegajoso cada vez. Parecía el día de otoño sofocante jornada estival, y el polvillo del carbón, disuelto en la candente atmósfera, ahogaba.

Y pon agua a la lumbre. Y Chinto entraba, salía, dando zancajadas a través del lodo, trayendo a la exigente facultativa cera, espliego, romero, vino blanco y tinto, anís, aceite, ruda, todas las drogas y comestibles que reclamaba.... En los breves intervalos que tenía de descanso el solícito mozo, se sentaba en una silla baja, al lado del lecho de la tullida, quejándose de que le faltaban las piernas de algún tiempo acá, él mismo no sabía cómo, y parece que la respiración se le acababa enteramente: el médico le afirmaba que se le había metido polvillo de tabaco en los broncos y en los plumones... Boh, boh... ¿qué saben los médicos lo que uno tiene dentro del cuerpo?

Un alma inocente es como las alas de una mariposa, a las que no se osa tocar por miedo de hacer caer el fino polvillo de oro y azul que nada puede reemplazar después. La pureza de un alma virgen realiza la idea que yo me formo de lo divino, es decir, de algo primordial, superior a todo conocimiento, antagónico con la ciencia misma, en una palabra, sublime.

Más respeto, canalla, más respeto añadió Nazaria, tomando a su vez la rama y azotando suavemente a la estampa de la Muerte .... Señor cura, no haga su merced caso, y dígame si para mi mal debo tomar una medicina que me han recomendado. ¿Cuál es?... No es cosa de la botica, sino del cielo. No entiendo. Es cosa santa. Es un polvillo que dicen se saca de la cueva en que hizo oración San Ignacio.