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Después dije no qué cosa contra los militares: el calló; pero al concluir mi discurso, vino á hablar conmigo y me expresó con algunas palabras su disgusto. Yo no esperé más: hacía tiempo que me cargaba aquel hombre, le tenía ojeriza sin saber por qué; le dije que me importaba poco su opinión.

Pero entretanto la mina se cargaba sordamente: venian noticias alarmantes desde Madrid; D. José Palafox y Melci habia llegado herido desde Bayona, y la relacion de las desgracias de un Rey tan idolatrado como Fernando 7.º habian producido aquella impresion que no podian menos de causar en un pueblo tan generoso y tan fiel como Zaragoza.

Llegó Bonis al ensayo oliendo a agua de colonia, risueño y arrogante hasta el punto que él podía serlo. Gran algazara había en el escenario. Serafina, radiante, se lo perdonaba con una interjección o una inclinación de cabeza, y cargaba con la responsabilidad.

899 Cargaba bien una taba, porque la manejar; no era manco en el billar, y por fin de lo que esplico, digo que hasta con pichicos era capaz de jugar. 900 Es un vicio de mal fin el de jugar, no lo niego; todo el que vive del juego anda a la pesca de un bobo, y es sabido que es un robo ponerse a jugarle a un ciego.

Era el inspector de los numerosos barcos de la casa; y además, no cargaba un buque extranjero minerales de su principal que no lo despachase él, acumulando así una pequeña fortuna que le envidiaban sus antiguos compañeros de navegación. Era bilbaíno á la antigua en todas sus aficiones.

Organizose una especie de sociedad compuesta de cuatro personas, Amparo, Ana, Borrén y Baltasar; cada vez que celebraba sesión este círculo, ya se sabía que la Comadreja «cargaba» con el ronco y galanteador Borrén. Entreteníale con pesadas bromas, con todo género de indirectas y burletas, subrayadas por la risa de sus labios flacos, por el fruncimiento de su hocico de roedor.

El que no llevaba una tabla, lo hacía de una docena de cañas, el que no arrastraba cuatro bongas, cargaba diez rollos de bejucos, y el que nada de esto tenía, llevaba sus manos y con ellas y su buena voluntad iba la cosa adelantando como por ensalmo. Esto en cuanto al teatro.

La noticia de aquella desgracia se supo en el pueblo; unos lo lamentaron y otros se encogieron de hombros. Ninguno tenía la culpa y nadie lo cargaba sobre su conciencia.

Antoñona tendría cuarenta años, y era dura en el trabajo, briosa y más forzuda que muchos cavadores. Con frecuencia levantaba poco menos que a pulso una corambre con tres arrobas y media de aceite o de vino y la plantaba sobre el lomo de un mulo, o bien cargaba con un costal de trigo y lo subía al alto desván, donde estaba el granero.

El distinguido jurista y un diputado de la cámara saltaron del carruaje y permanecieron junto a la portezuela dispuestos a ayudar a la deidad en su descenso, mientras que el coronel Estrella, de Siskyon, cargaba con su sombrilla y su saco de mano. Esta multiplicidad de galanterías produjo una confusión y retardo momentáneos.