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La marcha era lenta, porque no podíamos desprender nuestras miradas de la vegetación soberana que se levantaba, como una sinfonía poderosa, en la falda de la montaña. ¿Qué árboles eran aquellos? ¿Qué nombres llevan en la clasificación de Linneo esas infinitas fibrillas que entrelazan sus troncos, defendiéndolos del sol y conservándoles una atmósfera de eterna fescura? ¿Cómo nombrar esas mil flores, ostentando los colores del iris, que se inclina sobre la senda estrecha y mecen sus racimos sobre la frente del viajero?

A cada momento ofrecíale a Ramiro en sus dedos, cargados de sortijas, algunas alcorzas; y ella a su vez reía y reía al morderlas, reía como una mujer semibárbara, con cierta animalidad incomprensible y deliciosa; mientras sus pestañas, larguísimas e inquietas, parecían desprender ilusorio polvillo de lujuria y de nigromancia.

El toque que habían oído los ingleses era la primera llamada matutina; el campamento despertaba, numerosos soldados salían de las tiendas, dirigiéndose unos al riachuelo más cercano y preparando y encendiendo otros multitud de fogatas que empezaron á desprender columnas de humo.

Recomenzó, automáticamente, sus días de obraje: silenciosos mates al levantarse, de noche aún, que se sucedían sin desprender la mano de la pava; la exploración en descubierta de madera; el desayuno a las ocho, harina, charque y grasa; el hacha luego, a busto descubierto, cuyo sudor arrastraba tábanos, barigüís y mosquitos; después el almuerzo, esta vez porotos y maíz flotando en la inevitable grasa, para concluir de noche, tras nueva lucha con las piezas de 8 por 30, con el yopará del mediodía.

Yo, mujer ignorante, digo que esos sabios no tienen sentido común. Hija de mi alma exclamó D. Benigno , estás hablando como el patriarca de la filosofía, como Juan Jacobo Rousseau. , el estado actual de las naciones y el sentido común son incompatibles. En su entusiasmo, Cordero tremoló la servilleta que acababa de desprender del ojal de su levita.

No tuvimos tiempo más que para desprender la inmensa capa de cautchut que arrollada llevábamos a la grupa y envolvernos en ella, levantando el capuchón. La lluvia se descolgó, una de esas lluvias torrenciales de los trópicos que dan una idea de lo que debió ser el formidable cataclismo que inundó el mundo primitivo.

De todos modos, dame ese brazalete exigió salvajemente, apretando los dientes, agarrándola por un brazo y tratando a la fuerza de desprender el broche de la joya. ¡Suéltame! gritó. ¡Bruto! ¡Suéltame! ¿Vas a robarme, después de haberme insultado?

Nosotros podemos desprender del cuerpo material y pesado dicha forma etérea, mal llamada cuerpo, recorrer con ella inmensas distancias, filtrarnos o colarnos por cualquier resquicio en la más severa clausura y conversar a todo nuestro sabor con nuestros amigos y adeptos.

Al agua de lluvia ó las montañas de nieve medio derretida que el tibio chubasco ha hecho desprender de las laderas, se mezclan los restos fangosos, las piedrecitas y los fragmentos de roca caídos de los flancos del monte.

Del molusco, forma indecisa, materia apta aún para todo, la fuerza superabundante del joven, su rica plétora, prodigando la alimentación, debió en un principio, desprender dos formas contrarias en la apariencia, pero que llevaban un mismo fin.