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Metió en la habitación este anafe improvisado, colocándolo cerca de la cama. Feli seguía quejándose entre sueños. Frió... mucho frío... Tengo los pies de hielo. Maltrana se quitó la chaqueta, una prenda de verano que aún subsistía sobre sus hombros como testimonio de pobreza, y la extendió encima de la cama. El fuego mortecino iba extinguiéndose.

La comedia española es atribuída al famoso Lope de Vega; pero hace poco llegó á mis manos un tomo de D. Juan Ruiz de Alarcón, afirmando haberla él escrito y quejándose de los libreros por imprimirla bajo otro nombre. Sea quien fuere su autor, es lo cierto que su mérito es grande y que no conozco nada en esa lengua que más placer me haya proporcionado

Los del Camarote oponían notario a notario, actas a actas, quejándose de la insubordinación de la mayoría, de sus votaciones, en asuntos que no eran de su competencia. Cuando terminó la sesión, don Mateo fué introducido en el despacho del alcalde. Estaba tomando una limonada purgante. Cada pocos días necesitaba uno de estos brebajes para desalojar la bilis que se le acumulaba en el estómago.

Pasó dos días don Bernardino en cama, quejándose de dolores en los riñones, en la nuca y sobre todo en la cabeza; decía que por allí dentro le andaba una docena de demonios, dándole patadas en los sesos y martillazos en las sienes.

La primera vez parecía una gran señora: traía un vestido de gro negro y un sombrero, que ya, ya... Poco después venía vestida de merino y con mantilla, algo desmejorada la cara. A la semana siguiente me pareció que su traje tenía algunas manchas, y sus botas algunos agujeros. Por fin el lunes de la semana pasada vino muy pálida y quejándose del pecho, con la voz ronca.

Y por lo que toca a su negra, que dicen honra, tomaba una paja, de las que aun asaz no había en casa, y salía a la puerta escarbando los dientes, que nada entre tenían, quejándose todavía de aquel mal solar, diciendo: "Malo está de ver, que la desdicha desta vivienda lo hace. Como ves, es lóbrega, triste, oscura. Mientras aquí estuviéremos, hemos de padecer.

Los hilos montaban unos sobre otros, quejándose de la torsión violenta, y en toda su magnitud rectilínea había un estremecimiento de cosa dolorida y martirizada que irritaba los nervios del espectador, cual si también, al través de las carnes, los conductores de la sensibilidad estuviesen sometidos a una torsión semejante.

Dos minutos después estaba Ana en pie; pero quejándose de la cabeza, del corazón, declarando que tenía los huesos rotos, que se moría de frío; todo en voz tan baja y quejumbrosa, que nadie la tendría por la petulante moza de antes del desmayo. Mujer, vente a mi casa, te daré ropa seca dijo Amparo. No, a la mía, a la mía.... El cuerpo me pide cama. Duermes conmigo.

Su padrino tenía relaciones con una mujer; era un enamorado como los héroes de las novelas. Recordó muchas de sus poesías valencianas, todas dirigidas á una dama; unas veces cantando su belleza con la embriaguez y la noble fatiga de una reciente posesión; otras quejándose de su desvío, pidiéndole la entrega de su alma, sin la cual no es nada la limosna del cuerpo.

¡Qué cosas!... ¿Y no te comerías le propuso Fortunata , un muslito de gallina, una ruedita de merluza, una croquetita? Sólo de oír hablar de comida se ponía peor Mauricia. Le temblaban mucho las manos, y de rato en rato le daban como ataques de asfixia, siendo su respiración muy difícil, y quejándose de irresistible calor.