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Actualizado: 20 de junio de 2025
Aquel día, que era el 22, empeoró el Delfín a causa de su impaciencia y por aquel afán de querer anticiparse a la naturaleza, quitándole a esta los medios de su propia reparación. A poco de levantarse tuvo que volverse a la cama, quejándose de molestias y dolores puramente ilusorios. Su familia, que ya conocía bien sus mañas, no se alarmaba, y Barbarita recetábale sin cesar sábanas y resignación.
En esto llegó don Sabas, quejándose desde el pasadizo de los miramientos que se le habían guardado en nuestra casa aquella noche. ¿Quién nos había dicho que por un viaje más o menos a la montaña, no quedara él con agallas suficientes para cumplir con su deber a cualquier hora que se llamara a su puerta?
Benditas sean sus manos dice el joven en voz baja y tímida, y con más gravedad que de costumbre. No puede menos de acordarse de su madre muerta, que continuamente estaba quejándose del polvo insoportable y de que no hubiera en todo el patio el más pequeño sitio para descansar. ¡Qué lástima que no pueda ver esto! dice a media voz, siguiendo su pensamiento. ¿La madre? pregunta ella.
Las luces, el humo del tabaco, el aliento de los centenares de personas allí reunidas, formaban una atmósfera espesa donde sólo respiraban bien los seres adaptados a ella desde largo tiempo. El violín exhalaba sus notas arrastradas, lamentables, quejándose siempre de un dolor tan amargo como misterioso.
«Alonso López interrumpe estas y otras reflexiones muy sensatas acerca de la conducta y porte de los actores, quejándose de lo mucho que tarda la representación. Hugo le replica así: «No hay que tratar, sino que el mejor entretenimiento de todos es la conversación del Sr. Fadrique.
En el espejo pudo ver Fortunata la cara pálida y contraída de Maxi, cuya susceptibilidad nerviosa se manifestaba en un movimiento vibratorio de cabeza, la cual parecía querer arrancarse por sí misma del tronco. Disculpose ella como pudo; pero él, en vez de calmarse, siguió quejándose de que le mortificaban adrede, de que se proponían acabar con él.
España se le presenta en sueños, yaciendo en tierra, vestida de duelo, quejándose de sus desdichas, y anunciándole que ella es la elegida para poner término á los infinitos males que la afligen.
Pero ella, poniendo una cara desconsoladísima y quejándose de dolor de cabeza, negábase a comprar, aunque los ojos se le iban tras de las originales telas, y más aún tras de los admirables modelos colocados en los maniquís. En fichús, encajes, manteletas, camisetas, pellizas, estaban allí las Mil y una noches de los trapos.
Aplacado en su cólera, siguió quejándose durante el resto del paseo. ¿Cuántos le habían precedido?... Necesitaba conocerlos. Quería saber, por lo mismo que esto le causaba un daño horrible. Era el sádico deleite del celoso que persiste en arañar su herida. Quiero conocerte repitió . Debo conocerte, ya que me perteneces. ¡Tengo derecho!...
Los tractores automóviles y las trilladoras parecían tomar en la obscuridad creciente los mismos contornos de los seres gigantescos que habían corrido por estas llanuras en los tiempos prehistóricos. ¡Ay, hijos míos! dijo el tío Correa quejándose de un persistente dolor en sus articulaciones . ¡Lo que ha de trabajar y sufrir un hombre para ganarse el pan de cada día!...
Palabra del Dia
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