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Actualizado: 20 de junio de 2025


Aunque abstraído en la lectura, percibió claramente los pasos del ama, que entraba en la sala y daba vueltas poniendo en orden los muebles. El cura, que había ido a la iglesia, llegó poco después, y entró en la casa sin ver a su sobrino, y subió a la sala quejándose del calor. Entablose un diálogo, y al instante comprendió que ignoraban su presencia en el corredor.

El carcelero, después de introducirlo en la habitación, permaneció allí un momento, sorprendido de la calma comparativa que había causado su entrada, pues Ester se había vuelto inmediatamente tan tranquila como la muerte, aunque la criaturita continuaba quejándose. Te ruego, amigo, que me dejes solo con la enferma, dijo el médico.

Osorio se encogió de hombros y respondió: Yo lo doy por visto. Ni uno ni otro se equivocaron. El duque ni les dió una peseta ni volvió a hablarles para nada de la herencia. Estaba muy cariñoso con ellos: les hacía comer muchos días en su casa, quejándose de su soledad; hasta les hablaba algunas veces de los negocios que tenía pendientes; pero nada de liquidar la parte que les correspondía.

Tal fué el agustiniano frai Luis de Leon, catedrático en la universidad de Salamanca, que pasó cerca de cinco años en la Inquisicion de Valladolid llorando amargamente la estrechez i horrible oscuridad del calabozo en que yacia, i quejándose de sus perseguidores en aquellos sabidos versos: Aquí la envidia i mentira me tuvieron encerrado: ¡dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado!

Para sostener sus injusticias y la servidumbre tradicional, necesitaban del estado de guerra, fingir que vivían entre peligros, quejándose de los gobiernos porque no les protegían bastante.

Al fin, yo me hallaba inocente y culpado y no sabía cómo disculparme. Los compañeros se llegaron a , quejándose y muy disimulados, a preguntarme cómo estaba; yo les dije que muy malo, porque me habían dado muchos azotes. Preguntábales yo que qué podía haber sido, y ellos decían: -A fe que no se escape, que el matemático nos lo dirá.

Después el recaudador sacó a relucir no qué asunto de familia, quejándose de las continuas enfermedades de su esposa, de lo que Izquierdo tomó pie para decir unas cuantas barbaridades sobre las ventajas de no tener familia que mantener. «Musotros los viudos estamos como queremos» dijo volviéndose a Maxi y dándole un palmetazo en el hombro.

Este notición colmó de entusiasmo á don Silvestre, que tornó á abrazar á su amigo, quejándose de que le hubiera creído capaz de cobrarle pupilaje.

Resuelta a hablar, y a hablar fuerte, una tarde que se hallaban todos reunidos en la habitación de Pilar, rodeando el sillón en que descansaba la enferma, abordó el tema de la testamentaría, quejándose de sus demoras y de aquella furia de vender que les había entrado; lanzó dos o tres saetazos dirigidos a Esteven con tanto acierto, que saltó el hombre descompuesto y con muy malos modos dijo que él no hacía sino lo que mandaba el juez, y que la culpa se la tenía él en haberse hecho cargo de tamaño lío.

Es esta en tanto grado, que llamándoles antes con nombre de Judíos y quejándose ellos de la ignominia, se prohibió el llamarles así; mas luego les sacaron el nombre poco menos afrentoso de chuietas, con que les improperan por ironía, que no comen tocino.

Palabra del Dia

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