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Señor D. Paco, señor preceptor, ¿por qué tiene usted destrozada la ropa?... ¡Pues y ese gran cardenal en el carrillo...? ¿Ha estado usted quitando telarañas con la peluca?

Háilo y muy rico dijo Casilda. Pues cuatro botellas, virtud sirviente; búscalas de las que estén más empolvadas, y si tienen telarañas, mejor. ¿Y qué haces ahí? añadió don Francisco dirigiéndose á Pedro, que estaba detrás de la mesa con una servilleta en el brazo. La señora y yo necesitamos estar solos. Pedro salió.

Un taller que se perdía de vista, ocupando todo el último piso del caserón; un bosque de maderos y cuerdas, invadidos por las telarañas; una confusión de telares que, inactivos y muertos, parecían siniestras guillotinas, complicadas máquinas de tormento. Juanito tardó en ver a su tío, agachado entre dos telares, en mangas de camisa, ocupado en armar una ratonera.

Le hablé de ti y viene dispuesto a favorecerte todo lo posible. Te hablará largo de tu pleito y de tu causa criminal, y poniendo las cosas en su verdadero lugar, te las hará ver claras y sin telarañas. No te asustes de su franqueza. Es un hombre que dice las cosas como las siente.

El vino alegra el corazón.... El que no bebe, no es hombre pronunció el abad sentenciosamente. Primitivo volvía ya de su excursión, empuñando en cada mano una botella cubierta de polvo y telarañas. A falta de tirabuzón, se descorcharon con un cuchillo, y a un tiempo se llenaron los vasos chicos traídos ad hoc. Primitivo empinaba el codo con sumo desparpajo, bromeando con el abad y el señorito.

Esparció sus miradas por la sala; pero la relativa elegancia con que estaba puesta no la afectó. En miserable bodegón, en un sótano lleno de telarañas, en cualquier lugar subterráneo y fétido habría estado contenta con tal de tener al lado a quien entonces tenía. No se hartaba de mirarle. «¡Qué guapo estás!». ¿Pues y ? ¡Estás preciosísima!... Estás ahora mucho mejor que antes.

El cigarro que fumaba se me cayó de la mano, y yo no cómo no me caí de espaldas. ¡Un faro de cuatro tinsines que viven muriendo tras las telarañas que adornan los vidrios de un farol!

La harina, que salía como humo de los granos molidos, flotaba en el aire de la casa, blanqueando todos los objetos con su fino polvillo; las telarañas colgadas en las vigas del techo estaban rotas por el peso que las cargaba y se balanceaban como blancos cordajes; las huellas de nuestros pasos se marcaban en negro sobre el piso.

En sus sombríos y desapacibles salones, llenos de polvo y telarañas, se afirma que vagan y circulan por la noche duendes y almas en pena. El conde Enrique se fue de profesor a no qué universidad, donde vive aún.

Es mejor hacer pitillos que encajes, chica. ¡Fumar, siempre fuma la gente; pero los encajes en invierno... es como vivir de coser telarañas! Y levantándose, cogió un tiesto que estaba en la ventana y lo entregó a Amparo. Toma, me alegro de que vinieses... cuídame mucho la malva de olor, que por el camino tengo miedo de que se rompa el tarro.